Ibai AZPARREN
IRUÑEA
Elkarrizketa
MIQUEL RAMOS
PERIODISTA Y AUTOR DEL LIBRO «ANTIFASCISTAS»

«Ni al Estado español ni a las élites les inquieta la extrema derecha»

Periodista especializado en extrema derecha y movimientos sociales, Miquel Ramos (Valencia, 1979) es colaborador habitual de diferentes medios y programas televisivos. Recientemente ha publicado con la editorial Capitán Swing “Antifascistas. Así se combatió a la extrema derecha desde los años 90”.

“Antifascistas” es una historia sobre el antifascismo «contada desde dentro», una investigación en la Miquel Ramos cuenta la evolución de la extrema derecha durante los últimos cuarenta años para explicar a qué se enfrenta el antifascismo y la sociedad en general. Aprovechando su estancia en Iruñea, GARA charla con él en Katakrak sobre esta obra imprescindible para los tiempos que corren.

Desde los nostálgicos de Franco hasta Vox, pasando por los skinheads. ¿Cómo ha mutado la extrema derecha desde la llamada Transición hasta hoy?

En el Estado español la extrema derecha siempre va por detrás. Saliendo del Régimen, los que habían sido ministros con Franco se convierten en artífices de la democracia por la gracia de Dios. Sin embargo, llega un momento en el que España se parece cada vez más a Europa y comienzan a aparecer partidos neofascistas que no hacían referencia estrictamente al fascismo y al nazismo, sino que tenían discursos y apellidos democráticos como Democracia Nacional, pero que eran los mismos que venían de grupos nazis de los 80-90 y que empezaban a buscar su encaje dentro de un sistema democrático.

Y a concurrir a las elecciones.

El libro cuenta la evolución de la extrema derecha porque hay que explicar a qué se enfrenta el antifascismo. Y si al principio se enfrenta a bandas parapoliciales, al terrorismo de Estado o a grupos nazis, llega un momento en el que empiezan a presentarse a las elecciones. Al principio les va mal pero, por ejemplo, la experiencia de Plataforma Per Catalunya fue un susto. Empiezan a pensar nuevas estrategias y tú no puedes combatir a un partido político solo con una manifestación, hacen falta muchas complicidades. El libro intenta poner sobre la mesa que el antifascismo no es solo una manifestación contra un acto de la extrema derecha y que el fascismo ha intentado penetrar en todas partes. Por tanto, apela a diferentes actores de la sociedad para que tomen conciencia del problema y actúen.

Las acciones violentas de la extrema derecha en los años 90 fueron muy frecuentes en diferentes puntos del Estado como Madrid, Barcelona o Valencia. Sin embargo, en Euskal Herria, la presencia de estos grupos fue menor comparado con esos lugares. ¿A qué se debe?

Euskal Herria tenía sus propios problemas, más allá de que no había una extrema derecha que fuera de cacería a los barrios donde se reunían las gentes de izquierdas. No obstante, había bandas parapoliciales, terrorismo de Estado, y el conflicto vasco y la violencia que atravesó el conflicto por ambas partes condicionó no solo la política en Euskal Herria sino también la política a nivel estatal y todos lo movimientos sociales más allá de Euskal Herria.

Hay un capituló en el que habla de eso, del «todo es ETA». ¿Por qué ha decidido introducir este tema en un libro sobre la extrema derecha?

Porque es muy importante para la gente que no ha vivido los años 90 y la década siguiente. La violencia que envolvió el conflicto condicionó mucho el quehacer de los movimientos sociales y a la propia militancia de izquierdas. Hubo debates muy encarnizados dentro de la izquierda sobre el conflicto. Si denunciabas torturas, ilegalizaciones, encarcelamientos u organizabas una charla con Pepe Rei, te encontrabas con una campaña mediática de criminalización. Y si te manifestabas en contra un atentado, decían que estabas alimentado un relato oficial. Yo entiendo que desde dentro de Euskal Herria quizás no se conozca lo que sufrimos los que estábamos fuera, cómo vivimos aquello. Y ahora creo que ese diálogo es necesario porque sana muchas heridas y acerca a mucha gente. Es uno de los capítulos que más me ha costado escribir.

Dedica además otro capítulo a Xavier Vinader y su investigación en Euskal Herria de grupos parapoliciales de la extrema derecha que fueron embriones de lo que después serían los GAL. El Estado nunca ha visto a la extrema derecha como un peligro...

Lo dijo Xavier Vinader: la extrema derecha llega donde el Estado no puede llegar. Aquí tuvimos nuestro propio Gladio que, aunque no se llamaba así, se llamaba BVE o GAL, mercenarios de extrema derecha vinculados al Ministerio del Interior. Ahora tampoco sigue siendo un problema para el Estado. Primero porque esta no cuestiona el status quo, no cuestiona el orden neoliberal ni la unidad de España. Es más, la extrema derecha sirve para atacar a aquellos que lo cuestionan. Utiliza mucho la batalla cultural, es decir, temas pantalla como su lucha contra el feminismo y o las personas migrantes para no hablar de lo que son, partidos complacientes con las élites. El Estado nunca ha considerado a la extrema derecha como una amenaza.

¿Hasta qué punto está sumergida la extrema derecha en los aparatos del Estado español? ¿Es comparable a otros países europeos?

No me atrevo a decir que sea comparable, aunque sé que en otros países existen estos problemas. El problema es que aquí no se depura. No hay interés por parte del Estado de frenar esos brotes de fascismo que vemos en los chats de policías y militares, donde hablan de fusilar a media España y utilizan insultos racistas y machistas. Y no pasa nada, no se sancionan esas conductas. Muchas veces son los policías o los militares quienes filtran las informaciones. Se asustan cuando ven este tipo de mensajes y, como no confían en su superior, se lo tienen que filtrar a un periodista. Tenemos un problema si es el demócrata el que se tiene que esconder.

Ahora mucha gente no sabe cómo actuar y los medios de comunicación no saben cómo tratar a la extrema derecha.

Muchos periodistas se preguntan ahora qué hacer, pero a algunos que llevamos años informando sobre esto se nos ridiculizó, se nos trató de activistas. La mayoría de los medios son empresas que buscan ganar dinero, y se deben cada vez más al espectáculo. La profesión está muy precarizada, cada vez hay menos periodismo de investigación y más clickbait. La extrema derecha lo sabe y juega en ese terreno, da titulares. Lo que se le pide a los periodistas es que ejerzan de periodistas, y lo primero es no comprar sus marcos. Lo segundo, que desmonten sus mentiras. Pero si te pasas el día hablando de ETA, Catalunya, «menas» y el lobby queer, no hace falta que invites a la extrema derecha.

Detrás de estos movimientos hay mucho dinero invertido. ¿Quién financia a la extrema derecha?

No es fácil seguir el rastro del dinero, pero está claro que a las élites no les inquieta la extrema derecha. El PP ha tenido la virtud de contenerla durante muchos años, y la escisión empieza con el Gobierno de Zapatero. En esa época, empieza a haber un mantra dentro de la derecha neocon de que el PP no es lo suficientemente valiente para revertir las políticas del PSOE en materia de aborto, matrimonio igualitario o memoria histórica. El PP, cuando llega al Gobierno, las deja de subvencionar o las vacía de contenido, pero no las quita. Ahí comienza una especie de despegue con Hazte Oír o los lobbies ultracatólicos que cristaliza en Vox.

Decía en una entrevista que es complejo analizar desde el eje fascismo-antifascismo la invasión de Ucrania, pero combatientes neonazis han acudido allí. ¿Cuando se acabe la guerra, va a suponer un problema para toda Europa?

La invasión de Ucrania ha provocado un cierre de filas en el relato oficial de Occidente y que se deje de hablar de lo que mucha gente ya venía alertando antes de la invasión. Yo mismo, como hicieron otros medios, publiqué un artículo un mes antes en el que hablaba del polvorín neonazi que era Ucrania. También he informado sobre los nazis del bando ruso y no he comprado la justificación de la invasión como una especie de desnazificación, pero nos hemos encontrado con un equilibrio muy jodido.

He tenido que rebajar un poco lo que publicaba porque me sentía muy atacado por hacer lo que estaba haciendo siempre, que es sacar información sobre los nazis, sean del bando que sean y lleven la bandera que lleven. Pero dejar de hablar de esto va a provocar que, una vez acabe el conflicto, parte de esos combatientes, que son de extrema derecha, vuelvan a casa con entrenamiento militar y muchos contactos.