El arraigo como anclaje en el territorio y la sociedad
En estos precisos momentos defiendo que las artes escénicas deberían ser siempre de proximidad y es preciso que exista un componente de arraigo para que los proyectos puedan crecer equilibrados y alcanzar unas cuotas de recepción en la sociedad donde se generan que supere los prejuicios locales y sean vistos desde el exterior como justos representantes de un tiempo, un lugar, una sociedad. Todo lo escrito hasta el punto anterior es pura farfolla, demagogia, en el mejor de los casos deseos, porque la realidad envolvente ha logrado la desubicación global, el arte como reflejo de un orden estético que circula por las nubes, los bits y la supuesta comunicación instantánea.
El arraigo debería ser estructural, no es suficiente el que sea nominal, líquido, sino que pasaría por conseguir estabilizar compañías, proyectos en puntos geográficos muy específicos, y desde ellos irradiar acciones de formación, información, producción y exhibición. Para ello se debería tener un plan estructural, hacer una labor de convencimiento a las nuevas formaciones para ir transformando la atomización que viene de los años ochenta del siglo pasado, para pasar a otra fase más estructural, en donde lo estable prevalezca sobre la itinerancia. Incluso superar la nunca esclarecida política de compañías residentes para entrar en otro ideario. Sería una nueva, o al menos diferente, concepción de la producción y ayudaría a focalizar a los públicos.

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