Ion Goitia Gebara
KOLABORAZIOA

Algunas reflexiones sobre la OTAN

Hace unos meses se me estropeo el ordenador y un escrito que tenía casi acabado se me quedo en la panza del aparato. Hace unos días pude recuperarlo y al releerlo tuve dudas de si sería entendido en las circunstancias actuales. Finalmente pensé que si y, es más, que igual era más oportuno que antes. Espero que finalmente haya acertado.

«Hace un par de años, casi por casualidad, acabe embarcado en un viaje organizado a los Países Bálticos, ‘joyas del Báltico’ creo que era el edulcorado nombre del paquete que me endilgaron. En un principio mi intención no era ni ir a esta zona del mundo y menos en un viaje organizado de los que no soy muy entusiasta. Pero una suma de pequeños acontecimientos, entre los que peso bastante lo económico del mismo, hicieron que finalmente acabase en un vuelo de Madrid a Tallin, capital de Estonia.

Tengo que reconocer que mis conocimientos sobre la historia de esta zona del mundo era bastante superficial. El viaje empezó raro y siguió más raro, tan raro que desde un primer momento tuve la sensación de que me había equivocado radicalmente. Ya el primer día, en el breve viaje del aeropuerto al hotel, la guía que nos tocó en suerte transmitía mensajes desconcertantes. Recuerdo como nada más hacerse con el micrófono del autobús, y tras una breve recopilación de las reglas básicas del viaje, ya nos contó entusiasmada sus noches de ligoteo con los pilotos españoles de la OTAN.

El segundo día no empezó mejor, apareció acompañada de una chica jovencísima, creo que acababa de cumplir los 18, y con pinta de un poco tronada. Ya en la presentación se intuía el desastre, la guía auxiliar había venido hace unos años a Estonia con su familia con la intención de evangelizar a uno de los países más ateos del mundo. Evidentemente, su labor de guía estuvo a la altura de su perfil familiar. Ante lo inusual de la situación, me vinieron un par de sospechas de si no estaría en un viaje de cámara oculta. Pero desgraciadamente la realidad resulto ser más prosaica.

El viaje fue un suma y sigue, en el autobús nos ponían videos con un evidente sesgo atlantista. Me choco sobremanera uno sobre ‘los hermanos del bosque’, organización violenta con claros vínculos nazis.

De hecho, el blanqueamiento del pasado nazi de una parte significativa de su población fue otra de las obsesiones de aquel viaje ya claramente de adoctrinamiento. A la vez que se deformaban los hechos históricos presentado el colaboracionismo con el Ejército nazi como lucha por la libertad, se insistía una y otra vez en el totalitarismo de la Unión Soviética. En realidad era un discurso reconocible para cualquiera que haya estado sometido a los medios de comunicación occidentales que tempranamente recuperaron a la Alemania de la Segunda Guerra Mundial y proyectaron las barbaridades cometidas por este Estado sobre el socialismo real.

Pero lo que más me sorprendió fue el apartheid al que estaba sometida la población de origen ruso a la que se le habían hurtado buena parte de sus derechos ciudadanos con el beneplácito no solo de las instituciones europeas sino también de las estructuras políticas europeas, también las de izquierda.

La situación actual de Ucrania tiene un claro paralelismo con la realidad de las repúblicas bálticas. El papel del neofascismo, la obsesión por guetizar a la población más vinculada con lo ruso y el odio por lo ruso y lo comunista marcan una clara relación entre unos y otros. No quisiera pecar de visionario, pero creo sinceramente que cualquier diagnóstico que no tenga en consideración estas variables será inevitablemente deficiente y estará sesgado seguramente hacia posturas atlantistas».