Las barbas
Si las asociaciones profesionales catalanas de productores y exhibidores de teatro han decidido hacer una campaña para llamar la atención a la sociedad advirtiendo de su existencia y de que existe una opción para cada individuo, que la diversidad de oferta es amplia y generosa, es porque están detectando ahora mismo las secuelas en digerido de la pandemia, justo en el momento en que no hay restricciones de movilidad o de acudir a otras ofertas de ocio que estuvieron estigmatizadas por las restricciones generales.
Si se miran las estadísticas durante las últimas décadas, se comprueba que los porcentajes de ocupación en las salas y teatros catalanes han estado en primera línea de eficacia. En términos absolutos y relativos. Las asociaciones que aglomeran a los agentes más definitorios son muy activas, manejan bien todos los recursos, proporcionan a sus asociados argumentos y herramientas para mantener un buen nivel de comunicación con los aficionados y públicos diferentes. Por lo tanto, que detecten esta caída de asistencia, que reconozcan que se ha perdido el efecto de aquella extraña propaganda de que el Teatro era un refugio cultural seguro, significa que algún eslabón se ha roto en la cadena. Hablan de establecer rutinas más estables de asistencia a los espectáculos en vivo. Con restricciones de aforo, con ayudas varias, todo parecía encaminado. Se han despertado del sueño. Habrá que poner las barbas a remojar.

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