Josep SOLANO
CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL

La excepción japonesa a la superinflación occidental

Los aumentos récords de los Índices de Precios al Consumo (IPC) en Estados Unidos y en Europa no se han visto reflejados hasta el momento en países como Japón, la tercera economía mundial, donde la inflación bajó un 0,2% en 2021 aunque esté experimentando una leve alza.

E l conflicto entre Moscú y Kiev ha empeorado las últimas semanas la crisis de precios que se venía gestando desde hace meses en Europa y Estados Unidos, a causa principalmente de que Rusia es uno de los principales productores y distribuidores de petróleo y gas del planeta. La inflación de los meses de marzo y abril –aunque en abril fue un punto menor que en marzo– en el Estado español continuaba la tendencia alcista de los precios, con un 9,8% y un 8,3%, respectivamente. Aunque en abril se abarataron ligeramente, la electricidad y la gasolina, con un 108% y un 40% de incremento, fueron los productos con mayores subidas en marzo respecto el mes anterior.

Los bancos centrales europeos y la Reserva Federal americana hace semanas que han pasado ya al modo de combate contra la inflación después de ver como desde finales de la primavera pasada y principios de verano los precios están escalando progresivamente, con tasas de crecimiento inflacionario que no se veían desde los años ochenta. Pero si en otros continentes están resintiendo este golpe financiero en los bolsillos de los ciudadanos, hay un país que aunque se acentúe la inflación a nivel mundial, las empresas hallan la manera que ésta no afecte –al menos momentáneamente– a los productos, y por consiguiente, a los precios. Ese país es Japón.

La segunda economía de Asia y la tercera más importante del planeta lleva décadas con una tasa de inflación rasa debido a grandes medidas de flexibilización monetaria, diferentes tipos de estímulos económicos y distintas estrategias que esquivan a menudo los crecientes costes energéticos y de las materias primas. Pese a que el alza global de los costes derivada de la crisis sanitaria sí que se ha notado con creces en los precios mayoristas, Japón se ha resistido a repercutir este encarecimiento en los precios al consumo.

El economista y experto en bolsa, Yasuhiro Ueda, explica a GARA que la resistencia de repercutir en el consumidor inmediatamente el encarecimiento del precio de productos viene de principios de los años 90, después del estallido de la burbuja inmobiliaria. «Las empresas japonesas actualmente optan por redirigir sus beneficios a disponer grandes reservas de capital y cuando hay cortos períodos de inestabilidad intentan al máximo no ser las primeras en incrementar sus precios por temor a perder cuota de mercado», señala.

Según Ueda, la presión alcista no es tan fuerte como en Estados Unidos, que en marzo tuvo una inflación del 8,8%, la más alta desde 1982, o en la eurozona, que llegó a 7,5%, la más alta jamás registrada desde la creación de Eurostat. «A pesar que Japón no es inmune a la subida global de los precios de la energía y materias primas, muchas empresas creen que estos aumentos son circunstanciales y prefieren recortar márgenes en vez de ahuyentar a los consumidores», dice. Según datos oficiales, casi el 60% de los productos de primera necesidad subieron de precio a finales de 2021.

Expertos en inflación camuflada. La tendencia iniciada el mes de noviembre con un 0,5% de subida sustentada por otro 0,5% en diciembre no evitó que el IPC japonés bajara un 0,2% en 2021, siendo el segundo descenso anual consecutivo. A pesar de las subidas históricas de los precios de la electricidad un 13,4% –la subida más elevada desde 1981– y el aumento del 22,4% en los costes de la gasolina, el índice anual creció en negativo. Y es que durante la primera mitad del año, la inflación nipona registró en mayo su primer incremento en 14 meses, al que sólo le siguió otro avance en junio.

Una de las medidas que más ayudó a contener la inflación del año desde abril fue la caída récord de las tarifas de la telefonía móvil, que compensó el aumento de los precios de la energía. En diciembre, las tarifas del teléfono móvil cayeron en un 53%, lo que ayudó a reducir la inflación en más de un 1,5% aproximadamente. Excluyendo esa cantidad, la tasa de inflación estaría cerca del 2%. El propio gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, se refirió a finales de año que este hecho admitiendo que el fin de estos recortes «inflación se acelera gradualmente hacia el 2%». «Por más que haya grandes incrementos, dudo mucho que el Banco de Japón cambie su política monetaria, a menos que reciba presiones del nuevo Gobierno para reducir esta inflación reciente, fruto del aumento de precio de las materias primas y la actual debilidad del yen», explica Ueda.

En lo que los japoneses son campeones es en un fenómeno que se ha empezado a ver en el Estado español durante la pandemia: la «inflación camuflada», que consiste en las múltiples y diferentes estrategias de muchas empresas para vender productos al mismo precio, pero rebajando de forma ligera y progresiva su tamaño, lo que les permite absorber los costes crecientes de las materias primas. Esta práctica afecta, principalmente, a envases de productos alimentarios de consumo frecuente, congelados o cupramen, entre otros, cuyas raciones son cada vez más pequeñas: la reducción de entre 5 y 10 gramos en bolsas de patatas fritas, por ejemplo, sin modificar el precio de venta, algo que ha generado un fuerte descontento de algunos consumidores.

Medidas sin precedentes. A finales del mes de enero pasado, antes del inicio del conflicto entre Rusia y Ucrania, el Gobierno japonés anunció subsidiaría la industria petrolera para frenar los crecientes incrementos del coste del combustible derivado del petróleo, después que el precio minorista de la gasolina alcanzara los 170 yenes el litro. Según el programa de esta medida, sin precedentes en la historia económica nipona, el Ejecutivo empezó a subvencionar con 3,4 yenes por litro a 29 distribuidores e importadores de petróleo con el objetivo de evitar que incrementar bruscamente los precios de la gasolina.

Con la llegada de la guerra, el programa de ayudas para mantener el precio de la gasolina alrededor de los 170 yenes por litro pasó de los 3,4 yenes a los 5 yenes en febrero hasta llegar en marzo a subsidiar las gasolineras con hasta 25 yenes el litro. Y aunque inicialmente el programa debería haber acabado a finales de mes –fin del año fiscal japonés–, fue extendido hasta abril y, después de diversas reuniones de Gobierno, se acordó nuevamente su extensión hasta más allá de mayo. Este nuevo programa de apoyo económico estará incluido en el paquete de estímulo económico de emergencia que ha presupuestado el Ejecutivo para este 2022.

La «Umaibo» y el cambio de tendencia. A pesar de esta medida extraordinaria del Gobierno japonés, ya en enero se empezó a apuntar la tendencia que más de la mitad de los productos básicos experimentarían nuevas subidas de precio a causa de los altos costes de las materias primas, la energía y las limitaciones en los suministros. Uno de los ejemplos e indicios claros de este incremento de precios fue cuando a finales de enero la popular barrita de maíz inflado Umaibo (literalmente «barrita deliciosa») se encareció por primera vez desde su lanzamiento en 1979.

La empresa japonesa que comercializa este producto, Yaokin, pasó a vender la Umaibo a 12 yenes en vez de los 10 que costaba hasta el momento. Según la compañía, el aumento se debe al alza de los precios del maíz de Estados Unidos, los aceites vegetales, los materiales de empaque y los gastos de envío, entre otros factores. En 2007, Yaokin ya aplicó una subida encubierta de precio cuando el contenido de Umaibo se redujo en un gramo para mantener bajos los costos, aunque esta es la primera vez desde que salió a la venta hace más de cuarenta años que la empresa aumenta el precio de venta al público.

Más presión para Japón. El incremento del precio de la Umaibo es una muestra que a pesar de las reservas de capital de las propias empresas, las medidas económicas y las ayudas gubernamentales a las compañías de distribución de gasolina, las firmas japonesas no han podido resistir más a las tensiones del mercado mundial y los ciudadanos tendrán que enfrentarse a un inédito periodo de inflación, aunque sin llegar a las cifras que se están viendo en Estados Unidos o en Europa.

En concreto, la inflación interanual japonesa se situó el pasado mes de marzo en el 2,67%, la cifra más alta desde el 2014 según cifras oficiales, a causa de que la inflación al por mayor está llegando a números no vistos en casi más de cuatro décadas. Y por si esto no fuera poco, el yen llegó hace unas semanas a hundirse a su menor nivel desde mayo de 2002 respecto al dólar norteamericano. La divisa estadounidense llegó a comprarse a 126 yenes después que la moneda japonesa se mantuviera baja durante varias semanas en el contexto de política de flexibilización que aplica el Banco Central de Japón desde hace casi una década.

Una devaluación sostenida que podría complicar aún más las cosas para este año fiscal lastrando la estable economía japonesa, poniendo más caro el acceso a las fuentes de energía –carbón, petróleo o gas– así como a las materias primas del exterior de las que es altamente dependiente y que se han disparado a nivel global a raíz de los problemas de suministro y a la guerra en Ucrania. La otra cara de la moneda es que un yen barato respecto al dólar o el euro supone una ventaja competitiva para las empresas exportadoras niponas, al aumentar sus beneficios haciendo que los precios sean más competitivos en el exterior.

Optimismo del Banco Central. El gobernador del Banco Central de Japón, Haruhiko Kuroda, avisó recientemente de que la inflación y los precios aumentarían en los próximos meses pero que la evolución positiva de algunas variables apuntaba a una recuperación. A pesar de que señaló que persisten incertidumbres «extremadamente altas» sobre cómo la actual crisis en Ucrania afectará la economía japonesa, Kuroda mencionó ciertos incentivos como la política acomodaticia y el estímulo económico del Gobierno nipón, que compensan el impacto de los precios dentro del mercado energético y de otros productos importantes adquiridos en el extranjero.

Kuroda mostró una cierta inquietud por la rápida depreciación del yen, especialmente frente al dólar estadounidense, que infló los costos de importación pero el titular del Banco Central japonés no tiene previsto cambiar sus políticas monetarias muy laxas y los tipos de interés al 0% en contraposición con lo que está ocurriendo en otras partes del mundo ya que, según afirmó, el fenómeno no durará mucho.