Fede de los Rios
JOPUNTUA

Agudicemos los sentidos

Parecían prematuros olores sanfermineros los percibidos por los apéndices nasales que colonizaban nuestras súbditas testas la tarde del jueves. No, era el de testa coronada orinando sobre nuestras cabezas desde el avión que lo transportaba de Abu Dabi a Vigo para participar en las regatas. Cálida y cara nos está resultando la meada del Borbón. Y larga, más de cincuenta años.

Si abrimos orejas y aislamos el ruido de tertulianos y paniaguados, podremos escuchar las carcajadas del emérito bribón desde la cubierta del «Bribón». Un já-já-já continuo de risotadas del que trajo esta democracia plena.

La causa de esa risa prolongada, estrepitosa y espasmódica somos nosotros. Nuestras agilipolladas caras son las que producen jolgorio al monarca. Al caer en desuso la muy práctica guillotina para la práctica de la igualdad, los que ocupan el estamento superior de la sociedad, bien por la Gracia de Dios o bien por haber sido nombrado de manera vicaria por un Caudillo que lo fue por la Gracia de Dios, vuelven a lo suyo. Roban y roban y no pasa nada. Bueno sí, pasa que se enriquecen gracias a nosotros; ellos, sus familias y la corte de aduladores, bufones y putas de postín. Pero al ser esta divina institución algo imprescindible para que una democracia sea plena y así nosotros poder gozar de una felicidad indescriptible en sentido literal, el resto de los poderes del Estado y en especial los tribunales que llaman de justicia deben de echar una mano al comisionista más campechano. Al fin y al cabo es Marca España. Como la Universidad que lleva su nombre.

Un rey querido por su pueblo demuestra la encuesta realizada por 13tv, la televisión de los obispos, este mismo jueves. La pregunta: «¿Cree que Juan Carlos ha sido un buen rey para España?». Tres respuestas posibles: «a) Sí, fue decisivo para traer la democracia; b) Sí, pero podía haber evitado algún tema polémico y c) Ha sido el mejor embajador comercial de España». Veis qué fácil. Latrocinio, adulterio y fornicación: pecados veniales, minucias a los ojos del Señor.