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MASACRE EN UNA ESCUELA PRIMARIA DE TEXAS

IMPOTENCIA ANTE LA REGULACIÓN IMPOSIBLE DEL CONTROL DE ARMAS

La conmoción por la masacre de Uvalde puede ser fugaz en un país acostumbrado a ellas, por eso aumenta la presión para una regulación más restrictiva de la posesión de armas. Una opción que no contempla la NRA, reunida en su convención anual en Houston.

Cuantos más datos se conocen de la matanza ocurrida el pasado martes en una escuela elemental en Texas, más aumenta el horror y la conmoción en la sociedad estadounidense. Una profunda conmoción que, sin embargo, también puede resultar fugaz en un país demasiado acostumbrado a este tipo de sucesos violentos. Por ello, las voces que reclaman más control de armas intentan –sin mucha esperanza– que esta vez los representantes políticos en Washington sientan la presión ciudadana para frenar esta espiral sangrienta.

«El momento de parar el siguiente tiroteo es ahora mismo, y usted no está haciendo nada», le gritó el candidato demócrata Beto O’Rourke al gobernador de Texas, Gregg Abbott. El vídeo de la interrupción de la rueda de prensa se difundió en pocos minutos por las redes sociales. «Usted dijo que no se podía prever esto. Era totalmente predecible y usted decidió no hacer nada», añadió. El discurso es muy poderoso, al igual que la imagen, ciertamente, con el político demócrata enfrentándose desde abajo a todo un muro republicano sobre el escenario, pero también muestra la impotencia que existe en este país para tomar cualquier medida de control de armas que evite nuevas masacres.

«Después del horror y el shock, parece natural preguntarse qué se podía haber hecho y qué se puede hacer. Pero en Texas, el control de armas está fuera de debate desde el inicio, y eso es lo que nos enfada tanto a muchos», afirma el representante demócrata Diego Bernal. De hecho, tras la masacre supremacista contra la comunidad latina de El Paso en 2019, el estado legisló para extender la protección a la tenencia de armas. La tendencia en otros lugares es similar: Georgia se acaba de convertir en el estado número 25 que permite llevar armas sin tener licencia gubernamental.

Indignación

El martes por la tarde se unieron la tristeza por la tragedia y la impotencia por un hecho que todo el mundo sabía que, antes o después, volvería a ocurrir en algún lugar del país. La macabra lotería tocó en Uvalde, una localidad a una hora y media de la frontera mexicana, donde la gran mayoría de la población es latina. El nombre del municipio es una deformación del apellido vasco Ugalde, cuyo origen está en el militar y gobernador español del siglo XVIII Juan de Ugalde.

Salvador Ramos disparó a su abuela con el rifle que acababa de comprar por su 18 cumpleaños y condujo hasta la escuela de primaria Robb para matar a 19 niños y dos profesoras. La tristeza inicial se ha convertido en indignación tras conocerse los detalles de lo sucedido en Uvalde. En los vídeos grabados en el exterior del centro se puede ver a padres y madres de los niños rogando angustiados a la Policía que entre en el centro para poner fin a la matanza. Algunos fueron esposados y arrojados al suelo. Una de ellas, Angeli Rose Gómez, corrió a la escuela en cuanto le soltaron las esposas para rescatar a sus dos hijos: «La Policía no hizo nada, estaban fuera de la valla sin entrar o correr a ningún lado». El ranger Víctor Escalón asegura que entraron cuatro minutos después del tirador y que no pudieron hacerlo de inmediato porque este les estaba disparando: «Llamaron a los refuerzos y evacuaron estudiantes y profesores». El equipo de la Patrulla Fronteriza que entró en el aula para matar a Ramos tardó una hora en llegar.

El gobernador Abbott informó de lo ocurrido con los datos de que disponía en aquel momento, sin referirse evidentemente a las leyes permisivas que ha impulsado en su estado para poder llevar armas sin permiso gubernamental. Una permisividad que contrasta aún más con las restricciones impuestas al derecho al aborto, prohibido desde la sexta semana de embarazo.

Convención sin armas

Son pocos los lugares de Texas en los que esté prohibido llevar un arma, pero este fin de semana uno destaca entre todos ellos: la convención anual de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), que se celebra en Houston, ha informado de que no se permitirá la entrada con armas por la presencia de Donald Trump entre los oradores. Paradojas de la vida. El potente lobby armamentístico argumenta una y otra vez que el problema no son las armas sino las personas, pero desconfía de sus propios miembros a la hora de la verdad.

Lo cierto es que la NRA juega con un argumentario bastante elemental de tres o cuatro frases ante estas masacres. El objetivo es poder seguir con el negocio de las armas en nombre de la libertad y la seguridad personal. En diciembre de 2019, un hombre empezó a disparar en una iglesia cerca de Dallas. Mató a dos personas, pero uno de los feligreses que también iba armado respondió a los disparos y mató al atacante. Esto se ha repetido una y otra vez; cada vez que ocurre un tiroteo indiscriminado sale a relucir el argumento de que «si todos hubieran estado armados, habrían podido neutralizar al atacante». Es una falacia, más que una propuesta discutible: el atacante siempre tiene el factor sorpresa y, además, frecuentemente porta una protección o chaleco antibalas. En el supermercado atacado por un supremacista blanco en Búfalo hace dos semanas había un guardia de seguridad armado, que terminó muerto, junto a nueve personas más. En el caso de Uvalde, ni la llamada de la abuela al 911 ni que el atacante entrara en la escuela tras un accidente y ya siendo perseguido, evitó la matanza.

La última ocurrencia de los lobistas de la NRA y varios dirigentes republicanos apuesta por armar a los profesores. Lo cierto es que parece un modo de echar balones fuera en un momento en el que la conmoción hace aumentar la presión contra el lobby de las armas de fuego, a la espera de que se rebaje la tensión y puedan volver a enarbolar sus armas. Uvalde es la peor masacre en una escuela desde Sandy Hook, donde murieron 20 niños y 6 adultos en 2012. Desde entonces, miles de personas han sido contratadas para proteger las escuelas, que cada vez están más fortificadas, con detectores a la entrada, obligación de abrir las mochilas cada mañana y frecuentes simulacros para saber cómo actuar en caso de tiroteo.

Todo es válido, excepto regular la tenencia de armas. La Segunda Enmienda de la Constitución de EEUU dice que «no se violará el derecho de la gente a tener y portar armas». Aunque históricamente este derecho se entendió en el ámbito de formar parte de la milicia civil (tal y como ocurre en otros países y otras tradiciones políticas, como por ejemplo en Suiza), la evolución de las armas de fuego ha supuesto que miles de personas posean auténticos arsenales con armas de asalto y otros instrumentos de guerra.

El Tribunal Supremo apuntaló ese derecho en 2008 al fallar contra la ley del distrito de Washington DC, la capital de EEUU (que tiene un estatus especial y no pertenece a ningún estado de la Unión), que restringía la tenencia de armas. Declaró inconstitucional la norma que obligaba a que las armas tuvieran que estar desmontadas o sin munición. Una vez establecido el marco constitucional, resulta casi imposible prohibir la tenencia de armas. Así, EEUU es el único país con más armas que habitantes: hay casi 400 millones de armas.

Sin regulación

«¿Dónde, en el nombre de Dios, está nuestro coraje para hacer frente al lobby de las armas?», ha declarado el presidente, Joe Biden. Un mensaje que repite desde el martes, pero que también muestra la dificultad a la que se enfrenta. Las encuestas aseguran que la mayoría de estadounidenses están a favor de limitar el derecho a tener armas y los demócratas tienen la Presidencia y controlan ambas Cámaras. Y sin embargo, la frustración aumenta entre los progresistas ante la imposibilidad de legislar el derecho al aborto o la tenencia de armas. La perspectiva de un nuevo revés en el Senado tiene paralizadas dos propuestas de ley en relación a las armas.

«El tirador que asesinó a mi Dylan llevó un arma estilo asalto AR-15. En aproximadamente cuatro minutos, disparó 154 balas, matando a 20 niños y seis educadores», asegura Nicole Hockley, madre de uno de los niños muerto a tiros en Sandy Hook y que encabeza el movimiento para prohibir los rifles asalto. «Cinco de esas balas alcanzaron a Dylan y, en un instante, mi pequeño ya no estaba. Pero en el tiempo que tardó el tirador en recargar, 11 niños pudieron escapar. Si se hubiera prohibido la venta de armas de asalto de tipo militar, imagínense cuántos niños más podrían haber sobrevivido. Tal vez Dylan todavía estaría vivo hoy», denuncia.

La propuesta es rechazada por la práctica totalidad de los senadores republicanos, a los que la NRA financia para fiscalizar cada declaración de cara a las primarias de estas semanas. Todos ellos (sí, los 50) reciben dinero del lobby, desde varios miles hasta millones de dólares en el caso del portavoz, Mitch McConnell, o los destacados representantes Marco Rubio y Mitt Romney. Lo máximo que están dispuestos a discutir algunos republicanos es la ley de «bandera roja», una especie de alerta para prevenir que personas con historial criminal o enfermedades mentales puedan comprar armas, y extender los chequeos a los historiales de los compradores. Medidas muy tímidas que difícilmente evitarán nuevas masacres.

«Vergüenza», claman frente a la convención de la NRA

Miles de personas se concentraron ayer en los alrededores del centro de convenciones de Houston, en Texas, donde se celebra la reunión anual de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), tres días después de la masacre del martes en una escuela de ese estado y donde anoche tenía previsto intervenir el expresidente Donald Trump. Los participantes en la protesta portaban carteles con mensajes como «Prohíban los rifles de asalto ahora», «¿Cuándo querrán a sus hijos más que a las armas de fuego?» y «Los rifles de asalto son para asesinar», pero también coreaban consignas como «Vergüenza» y «Echémosles de las elecciones», dirigidas a los candidatos republicanos, especialmente al gobernador de Texas, Greg Abbott. La NRA decidió seguir adelante con su convención pese a los llamamientos para que la cancelara tras la matanza de Uvalde. La NRA ha ayudado a financiar las campañas políticas de cientos de miembros del Congreso, tanto demócratas como republicanos, según Open Secrets que gestiona el Centro para una Política Responsable.GARA