Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «LA FOTÓGRAFA DE MONTE VERITÀ»

El movimiento protohippy en una idílica Suiza

La recreación histórica de la comuna pionera suiza de Monte Verità, fundada a principios de siglo pasado en un entorno idílico y privilegiado, nos lleva a la conclusión de que el posterior movimiento hippy hunde sus raíces en la inciativa de un grupo de intelectuales burgueses amantes de la vida bohemia.

Se basaban en el “lebesreform” (reforma de vida) alemán, que atrajo a celebridades de la época como Paul Klee, Carl Gustav Jung, Mary Wigman, Hugo Ball o Jean “Hans” Arp.

La película se fija especialmente en el escritor Herman Hesse (Joel Basman) y la bailarina Isadora Duncan (Eleonora Chiocchini), si bien las figuras imprescindibles a las que se rescata en la fase fundacional del proyecto cooperativista son el sicoanalista Otto Gross (Max Hubacher), y la pareja formada por la pionera feminista Ida Hoffman (Julia Jentsch) y el heredero belga Henri Oedenkoven (Michael Finger), que fueron quienes adquirieron la propiedad.

A los personajes reales se suma el puramente ficcional de Hanna Leitner (Maresi Reigner), que ocupa el hueco dejado por el anonimato del autor de las fotografías que se conservan de aquella experiencia comunal. La protagonista representa de manera simbólica a las mujeres que intentaron escapar a la sociedad del patriarcado buscando nuevas alternativas, y así aparece en el guion de Kornelija Naraks como una vienesa de clase alta, que aprende el oficio como ayudante de su marido fotógrafo.

El asma le servirá de pretexto para encontrar refugio en el sanatorio del lago Maggiore, aunque le costará liberarse de su complejo de culpa por haber abandonado a su marido e hijas en pos de una utopía.

Al margen de la disyuntiva personal de la protagonista de “La fotógrafa de Monte Verità” (2021), el director Stefan Jäger ofrece una visión idealizada de lo que fue aquel retorno a la naturaleza llevado a cabo en unas condiciones inmejorables y en un marco pasiajístico de postal.