Aritz INTXUSTA
OBRAS DEL TAV EN NAFARROA

Un castillo de 2.000 años hace que el TAV altere su trazado

Las obras del TAV en Tafalla han topado con las ruinas de un «castellum romano» con más de 2.000 años. Por vez primera, el Gobierno navarro da la orden de que las vías de alta velocidad no destruyan el yacimiento. Adif, que está a tiempo de recurrir , ha propuesto excavar un túnel para que el castillo quede justo encima.

Vista en superficie de algunos de los muros que asoman en el paraje de la Gariposa y cuya importancia obliga a modificar los planes constructivos del TAV.
Vista en superficie de algunos de los muros que asoman en el paraje de la Gariposa y cuya importancia obliga a modificar los planes constructivos del TAV. (GOBIERNO DE NAFARROA)

El TAV es inflexible, siempre que puede avanza recto llevándose todo por delante. Solo admite curvas de un radio de entre cinco y siete kilómetros, pues de otro modo la seguridad se vería comprometida circulando a 350 km/h. Tampoco sube pendientes de más de 2,5 grados para mantener esas velocidades. Pero, hete aquí, que se ha dado de bruces con un castillo de hace más de 2.000 años.

De aquel castillo apenas si queda nada a la vista. El paraje se llama corral de la Gariposa, al norte del término municipal de Tafalla, casi saliendo de él si se va en dirección a Iruñea. A simple vista, no hay nada allá que llame la atención. Más allá, claro, del corral abandonado.

Sin embargo, el documento del Gobierno describe que lo que hay entre la tierra es una fortificación, muy probablemente un castellum, y que «este sistema defensivo se ha reconocido en sus flancos oeste, norte y sur y conserva un alzado variable (entre 95 cm. y 50 cm. de altura)».

Siguiendo los restos de lo que fueron los lienzos de esa fortificación se han descubierto los cimientos de una torre adosada a las defensas en el centro del flanco oeste, que presumiblemente protegía la entrada, y una segunda torre en el interior integrada en la muralla.

En un primer momento se pensó que la fortificación era de origen vascón, en virtud de los primeros restos que se encontraron. Ahora ya no. La planta en forma de trapecio, los muros rectos y «la presencia-ausencia de elementos defensivos» apuntan indudablemente hacia las estructuras que implementaron los militares romanos tras la conquista del territorio.

Han aparecido evidencias de un paseo de ronda y una zona parcialmente edificada. Algunas de estas edificaciones internas tenían pavimentos enlosados y basamentos de piedras. También existe un área abierta, que quedó sin edificar cuya misión se desconoce. Y es que los castella romanos son descubrimientos poco comunes y, sobre todo, poco estudiados.

El hallazgo de la Gariposa es de tal magnitud que, por primera vez, ha hecho que las obras del TAV tengan que repensarse en este punto. Resulta que, al final, sí que existen cosas que ni siquiera el trazado de alta velocidad puede destrozar.

Con fecha del viernes pasado, la directora del Servicio de Patrimonio Histórico firmó una resolución que ordena «garantizar la conservación integral del recinto edificado de la Gariposa». Y, en consecuencia, emplaza a Adif a presentarles una alternativa.

DEL CAMPO DE HOYOS AL CASTILLO

El recinto amurallado de la Gariposa apareció a causa de las mismas obras del TAV. El procedimiento, en sí, fue rutinario. Patrimonio obliga a las empresas constructoras a contratar arqueólogos que intervengan en las zonas que van a ser destruidas y que deben revisar a fondo, sobre todo, aquellos puntos identificados como posibles yacimientos. En este caso, las constructoras contrataron a la empresa Olcarium que debía mirar en esa zona, puesto que ya esas ruinas del corral de la Gariposa se habían identificado como un punto de interés arqueológico, si bien se pensó que sería un asentamiento agrícola y no una fortificación tan singular.

En mayo de 2021, Olcarium informó de que se habían encontrado cinco estructuras de depósitos en hoyo y cinco muros de diferentes características.

«Originalmente, hubo un campo de hoyos. Un sitio habitado al aire libre. Hay un montón de lugares así. No hay alto o terraza que no salgan restos de este tipo», explica Jesús Sesma, arqueólogo del Gobierno de Nafarroa.

Los campos de hoyos son los restos arqueológicos que dejaron las endebles cabañas de barro y madera de los asentamientos propios del Eneolítico y la Edad del Bronce. Las cabañas acaban arrasadas por el efecto del tiempo, la vegetación, los animales y los arados, pero si aquellos grupos neolíticos excavaron en la tierra para almacenar excedentes o encender el fuego de algún hogar, quedan esos hoyos.

Si solo hubiera habido hoyos en la Gariposa, el tren les habría pasado por encima. Sin embargo, los otros cinco muros obligaban a mirar más a fondo el terreno. Se desbrozó, se prospectó con algoritmos y de forma visual, también se pasaron sensores magnéticos y se ejecutaron seis sondeos comprobatorios. Todo ello permitió concluir que aquello fue un castillo romano y, además, se amplió la zona de interés, que pasa a tener una extensión de 9.068 metros cuadrados.

Como el TAV no puede subir apenas cuestas y el castillo está en un alto (ligeramente por encima de los 500 metros), el plan inicial era desgastar el monte en forma de «V» para suavizar la inclinación, que es lo más barato. Y esto hubiera supuesto arrasar la mitad de esos restos.

Pero Patrimonio decidió ejercer su facultad de proteger y dictó esa resolución, contra la que cabe recurso, pero no parece que se vaya a dar. Según comunicó, Adif se aviene a horadar un túnel dejando las ruinas romanas encima, asumiendo el sobrecoste. Hay otras entidades interpeladas, como el Ayuntamiento de Tafalla, que podría iniciar acciones legales, pero, en principio apunta a que el TAV pasará por debajo de las ruinas y sin dañarlas. Aunque conseguir eso tiene su complejidad.

«Ahora ya no se abren túneles barrenando, sino con maquinaria pesada. Aun así, puede haber vibraciones por lo que, primero, tendremos que asegurar la integridad del yacimiento», explica el arqueólogo del Gobierno de Nafarroa. Probablemente, se cubrirá y apelmazará la zona, que ya está vallada, para evitar cualquier afección de las tuneladoras.

¿QUÉ ES UN CASTILLO ROMANO?

La terminología arqueológica, de seguro, va a mover a confusión a algún lector. Los militares romanos eran organizados hasta el extremo y en cada época repetían los mismos patrones. Literalmente seguían manuales para hacer la guerra. Los campamentos se levantaban de una determinada manera según su función, se avanzaba de determinada manera, la equipación era la misma… Y esto simplifica bastante la catalogación y distinción de sus restos.

Un campamento romano permanente se denominaba castrum. Y aquí llega la primera confusión, pues los romanos también denominaban «castrum» a los asentamientos indígenas propios de la edad del hierro, incluidos los de los vascones. Tiene sentido si se piensa bien. Muchas de estas fortificaciones vasconas ubicadas en cimas de los montes, que seguimos denominando hoy como castros, no daban cobijo a toda la población, sino que allí vivía el señor de un territorio, las clases altas y sus guerreros, que brindaban protección a los emplazamientos agrícolas de sus dominios. Por eso eran, de algún modo, el equivalente al campamento romano, al castro original.

Sin embargo, un castro o campamento romano podía superar las cuatro hectáreas, tenía la típica forma rectangular, dividida por su cardo y su decumanus. Se parece más a una ciudadela, con su patio de armas y zona para ejercitar a las tropas, sus distintas edificaciones internas... De ser un campamento permanente se muraba en piedra, se rodeaba de torres vigía y constituía, en definitiva, una construcción extensa e imponente.

Castellum, de donde viene la palabra castillo, es el diminutivo en latín de castrum. Igualmente se trata de una construcción de tipo militar pero que, ni de lejos, era capaz de albergar una legión entera. Eran posiciones con buenas defensas que, por lo que se ha investigado, cumplían funciones diferentes. Servían para albergar un grupo de soldados con la misión de proteger vías de comunicación o lugares estratégicos, o garantizaban la cadena de suministros que necesitaban el ejército, o se empleaban para forjar armas, etc. Lo cual no dista tanto de las funciones de los castillos medievales.

En cuanto al castillo de la Gariposa es muy pronto para saber para qué servía. Vigilar los caminos es una opción viable, pero hay dudas a despejar. Como ya se ha apuntado, solo la mitad del recinto amurallado está construida y el uso de la superficie exenta de edificaciones -y sin embargo protegida- es un misterio.

Patrimonio es prudente datando y apunta a la conquista o a las guerras de Quinto Sertorio y Pompeyo (siglos II y I antes de Cristo, respectivamente). Quizá es más factible la segunda opción, pues los castella, de habitual, no se levantaban hasta después de dominado un territorio.

El análisis de la Gariposa, por tanto, podrá ayudar a entender cómo funcionó la maquinaria militar romana y quizás también a entender el papel de los vascones en esas guerras que desangraron la república (hay cerámica indígena en el interior). En principio, se cree que combatieron del lado de Pompeyo.