Raimundo FITERO
DE REOJO

Huele a chamusquina

A veces los elementos se convierten en benefactores de los necesitados. Las tormentas han ayudado de manera eficaz a dominar unos incendios en la costa mediterránea que han proporcionado imágenes y situaciones como para escribir un tratado sobre el caos y la desorganización administrativa. La suma de las hectáreas calcinadas empieza a batir demasiados récords como para dejar de tratar este horror de manera estadística. Los retenes de bomberos no son un lujo, ni un capricho, sino un servicio público que dota de seguridad real a toda la ciudadanía sea urbana o rural. Las quejas de falta de personal y medios es algo que debería ser contemplado con el Código Penal en la mano.

El caso del tren atrapado en medio de las llamas es ejemplar. La desinformación forma parte de la defensa institucional. Los comentarios se están cargando, como siempre, de ataques al débil, la maquinista, y en esta ocasión al ser mujer los tintes machistas afloran. La persona al frente de la conducción iba sola. Esas unidades no tienen muchos recursos técnicos. Alguien le autorizó a salir de origen y a continuar su ruta. Cuando se vio encerrada, paró, pidió permiso para ir marcha atrás. Hay protocolos. Hay jerarquía. Se entiende que los viajeros se inquieten, tomen decisiones angustiosas. Pero intentar cargar contra la maquinista es injusto. Y no tiene fundamento alguno.

Tenemos imágenes espectaculares. Como cuando una patrulla de bomberos recula, huye, tras la virulencia del incendio. Un fuego encorajinado, avanzando como una tea inmensa. Es normal que huela a chamusquina.