Catarsis en una piscina olímpica

Cada vez que asoma en la pantalla la frase “Basado en un caso real”, se reactiva nuestra suspicacia, la cual aumental o se diluye a medida que avanza un metraje que siempre se coje con pinzas. En este caso, la suspicacia no desaparece, sino que aumenta a medida que los personajes comparten diálogos que, en muchos casos, suenan tan reiterantes como artificiosos.
Reconozco mi total desconocimiento sobre el waterpolo, un deporte tan minoritario que, por obra y arte de lo que acontenció en las olimpiadas de Barcelona 92, adquirió una gran relevancia que los medios estatales transformaron en épica deportiva.
Dani de la Orden y Álex Murrull se han repartido las labores de dirección en un proyecto que deja entrever demasiadas cosas y centra su interés en los encuentros y desencuentros que protagonizaron los líderes de las dos “facciones” que coincidieron en una piscina en representación de la selección estatal.
Manel Estiarte -Álvaro Cervantes- fue el representante más visible de la “rama catalana”, hasta entonces, vivero casi único de una selección a la que nadie daba excesiva pompa. A su lado, se encontraba Pedro García Aguado -Jaime Lorente-, la voz cantante de la rama “madrileña” que llegó de la mano del seleccionador yugoslavo Dragan Matutinovic, cuyo país se encontraba en guerra por entonces y cuya irrupción en este microcosmo de waterpolo se tradujo en una ruptura de jerarquías que convirtió al vestuario en un polvorín.
La política y la sociedad de la época quedan reflejadas en las conductas de catalanes y madrileños en un crescendo en el que, finalmente y tal y como ocurre en este tipo de proyectos, se prioriza la superación personal y se esboza un mensaje de unidad muy cogido con pinzas.

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