Mikel INSAUSTI
DONOSTIA
CRÍTICA «MI PAÍS IMAGINARIO»

La chispa que prendió un estallido social en Chile

Aveces hace falta una simple chispa para que el pueblo aletargado despierte y vea encenderse una luz de esperanza. En Santiago de Chile el malestar por la subida del billete del metro fue esa cerilla que hizo arder la hoguera del descontento, y a lo que empezó siendo una demanda concreta se fueron sumando las protestas y enfrentamientos. En realidad se reclamaban reformas en todos los sectores, no solo en el transporte público, sino también en el laboral, en la sanidad o en la educación. Y fue esa presión multitudinaria la que forzó la redacción de una nueva Constitución para acabar con la de la dictadura de Pinochet. Pero tanto impulso colectivo no fue suficiente a la postre, pues sabido es que finalmente el texto renovador iba a ser rechazado.

El superviente del cine militante Patricio Guzmán, curtido por igual en las victorias y en las derrotas políticas, ha sabido encajar este nuevo revés histórico y extraer de él una lectura positiva en “Mi país imaginario” (2022). Como quiera que hace tiempo que está afincado en el Estado francés, el octogenario documentalista regresó a su Chile soñado al calor de los acontecimientos y deseoso de recoger testimonios vivos de quienes participaron, antes de que la llama se apagase. El título no puede ser más expresivo al respecto, porque Guzmán creyó ver recuperado el espíritu revolucionario de la Unidad Popular y de Salvador Allende tal como lo reflejó en su ópera-prima “El primer año” (1972).

Pero el tremendo salto en el tiempo de cinco décadas lleva al autor a reconocer que la situación ha cambiado, y que para construir el nuevo proceso constitucional resulta fundamental la participación activa de las mujeres, que son las verdaderas protagonistas de la película.