Kepa Junkera se reencuentra con su ciudad
Romper moldes y fronteras culturales es lo que ha hecho siempre Kepa Junkera con su música. Con su presencia ayer en el estreno en Bilbo de «Berpiztu», el documental de Fermin Aio que retrata su lucha para recuperarse de las secuelas del ictus que sufrió en 2018, el trikitrilari rompió tabúes sociales y, posiblemente, hasta propios.

Uno de los nombres de la trikitrixa en euskara es “Infernuko auspoa”, el fuelle del infierno; no en vano era el instrumento que, según la moralidad imperante, provocaba al pecado. Así se titula también, “Infernuko auspoa”, un disco esencial en la carrera de Kepa Junkera, un trabajo que firmó con Iñaki Zabaleta y Motriku en 1988, y con el que el músico de Errekalde revolucionó la música tradicional vasca.
No es que el viento que corría anoche por la Gran Vía bilbaina viniera del infierno, pero ese toque a galerna, agitado y con gordas gotas de lluvia, parecía como encargado para la reaparición de uno de los músicos más importantes, más internacionales y con mayor proyección de la historia de nuestra cultura. La producción de Kepa Junkera ha sido, además, como una galerna para un país que ha visto como nuestra música tradicional ha crecido, creando conexiones con otras culturas. Y su personalidad, de alguna manera, también puede tener hasta un cierto paralelismo con las galernas: Junkera ha sido viento creativo que lo mueve todo.
Desaparecido de la vida pública desde que en 2018 sufrió un ictus en una actuación en Gante, durante estos años Kepa Junkera ha estado enfocado en recuperarse de unas secuelas que le afectan a la movilidad y al habla. Eso es lo que retrata “Berpiztu”, el documental firmado por Fermin Aio, que se estrenó en la pasada edición de Zinemaldia. En Donostia se rumoreaba que el músico acudiría al estreno, pero no pudo ser. Donde sí estuvo, por fin, fue ayer en el estreno en Bilbo. Lo hizo jugando en casa -el símil le viene bien a este forofo del Athletic-, en una primera aparición pública en la que se reencontró con su ciudad -en el exterior de la sala BBK, mucha gente que esperaba verla- y con sus amigos. También con numerosos representantes institucionales, con el lehendakari Iñigo Urkullu a la cabeza, y gentes de la cultura y de la vida social de Bizkaia.
Sacar a Junkera del olvido y, a la vez, romper tabúes ha sido también el objetivo de Fermín Aio a la hora de rodar el documental. «Estamos muy contentos, porque Kepa está muy contento», nos reconoció poco antes de la proyección. «Es la primera vez que se le ve en público y eso está muy bien. Porque está muy bien enseñar cómo está y que la vida sigue adelante», dijo. El documental llegará a los cines en diciembre. Hay también un proyecto de libro... la galerna Junkera no para dentro de esa cabeza.
Y en la sala BBK, antes de la proyección, aplausos, Dulce Pontes dedicándole una canción a Kontxa de parte de su hijo Kepa, un grito de «aupa Kepa!» nacido desde muy dentro, entre el público, y un mensaje, leído por Aio, con palabras del homenajeado: «Si hay tomates, que sean para el equipo. Han tenido mucho mérito en resumir más de cuarenta años de carrera», admitió. Agradecimientos a su familia, a Aita Menni (donde realiza su rehabilitación) y una declaración: «Como rekaldetarra, bilbaino, vasco y ciudadano del mundo es un orgullo estar aquí».
Y mientras en el interior seguía la proyección, ya en la calle, en la voz de uno de los músicos callejeros de esta arteria bilbaina, sonaba “Lau teilatu” de Itoiz: «Ta berriz izango gara / Zoriontsu edozein herriko jaixetan». Y todos volveremos ser felices en cualquier romería, Kepa Junkera.

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