Prestige, la primera de las grandes mentiras del aznarismo
Se cumplen 20 años del desastre del buque petrolero y el libro «Chapapote» recuerda aquellos días de drama y convulsión. Coinciden en que el engaño del Gobierno español fue clave para luego dudar en la acusación contra ETA por el atentado en Atocha. Y hay más: El ocaso de Fraga y su duelo con Moncloa.

Se llamaba Gladys. Así era el nombre original del barco que marcó a Galiza y su pueblo para siempre. Pero a los diez años de nacer, en 1986, fue renombrado Prestige. Una más de las paradojas que produjo esta tragedia social, económica y ambiental, ya que su final en la Costa da Morte tuvo todo menos prestigio. Aquel 13 de noviembre de 2002, el buque de armador griego y bandera de Bahamas entraría en la historia.
El Prestige es una macrotrama con varias aristas que se entrelazan, como los nudos de las redes de los pescadores que luchaban contra el fuel. Implicó una mentira oficial, puente entre otras dos también graves: la de las armas de destrucción masiva en Irak para justificar una invasión ilegal, y la del «ha sido ETA» del 11-M.
También fue el teatro donde se mostró el patético final de la carrera de Manuel Fraga, el intocable que dejó de serlo, y escenario de las guerras entre las familias del PP, con los jacobinos enfrentados al ala galleguista de su filial en Santiago.
Con motivo del aniversario de dos décadas, periodistas y escritores gallegos acaban de publicar el libro “Chapapote” (Ed Libros del K.O.). Su coordinador y editor, Xosé Pereiro, y dos de sus participantes, Lucía Taboada y Xosé Hermida, han hablado con GARA sobre aquellos días y sus inolvidables consecuencias.
XOSE PEREIRO: EL JACOBINISMO DE AZNAR
En 2002 Pereiro era periodista de TVE en A Coruña y aquel suponía el tercer naufragio que vivía. El primero había sido el Casón y el otro el Mar Egeo, también muy recordado en las costas de las Rías Altas.
Como periodista que lo vivió en primera persona, ¿qué recuerda de aquellos días en cuanto al rol de la Xunta y Moncloa?
Recuerdo bastante frenesí, porque teníamos mucha información oficial y mucha verborrea. La Xunta no pintaba nada. Uno de los errores del Gobierno de Aznar fue decir que como era una cosa de Estado, aunque no tenían ni idea, se lo comían ellos. Si hubieran dejado que la Xunta participara más, creo que hubiera sido distinto. Fraga estuvo 12 días sin aparecer, cuando era un hombre que aparecía todo el tiempo. La decisión de apartar el barco hasta que se hundiera se tomó en dos horas, y sin ningún tipo de consultas técnicas. No digo que fue una buena o mala decisión, aunque todo el mundo opina que fue mala, pero lo que sí digo es que se tomó por las narices de alguien. Había un protocolo que se había hecho hacía un año y aconsejaba meter el barco en el abrigo de una ría y cercarlo; se habría sacrificado una ría, pero el daño hubiera sido menor. La sentencia judicial dijo que el barco aguantó 40.000 golpes de mar. En Moncloa entendieron que hundiéndose se resolvía, y hasta el ministro de Defensa propuso bombardear el barco y alguien lo frenó.
Como periodista, veía la desinformación desde Moncloa y el impacto en la gente en Galiza. ¿Cómo fue?
Yo creo que fue la primera guerra informativa en la que se usó internet. No había redes sociales pero se utilizó internet para buscar fuentes internacionales, sobre todo el Instituto Hidrográfico Portugués, que había instalado boyas para saber adónde iban las manchas.
Las movilizaciones se organizaban por listas de correos electrónicos. La gente empezaba a preocuparse porque veían por la ventana el barco a siete millas, pero la información oficial decía que estaba todo perfecto. La peor gestión fue comunicativa. Cuando decían que no había marea negra y empezó a llegar a las costas surgió el movimiento de indignación, porque a la desgracia se sumaba un engaño.
Veinte años después, ¿por qué cree que Aznar actuó así?
Creo que él entendía que esto era una competencia suya y no era amigo de que las regiones solucionaran sus cosas. Temía además que se hiciera fuerte el sector más galleguista del PP con la gestión del tema, incluso hicieron filtraciones para perjudicarlos. Algunos dirigentes locales del PP estallaban diciendo «nos están comiendo en los pueblos y nosotros defendiendo una gestión que es una mierda». La gran mentira de Aznar fue lo de las armas de destrucción masiva en Irak, luego dice que las playas están esplendorosas y ves que están llenas de fuel, y lo del 11M fue parecido. Ya bastó la mera sospecha para que la gente se revolviera. Son las tres grandes mentiras en dos años. Ellos querían reducir la realidad a lo que les convenía. Lo peor fue el ánimo de engañar, como en el 11M.
XOSÉ HERMIDA: REALISMO MÁGICO
Xosé Hermida es periodista hace más de 30 años y en los días de la marea negra sobre la costa gallega vivía en Santiago como corresponsal. En el capítulo que escribe en “Chapapote” hace hincapié en el ocaso de Fraga y la convulsión del PPdeG.
Rescata dos frases que dijo Fraga durante aquellos días: «Algunos creen que están en mayo de 68» y la de que esperaba «no dejar como herencia una derrota electoral». ¿Por qué?
Sí, son declaraciones públicas. La segunda se la dijo a la periodista María Antonia Iglesias, cuyo padre era amigo de Fraga, y a la que él le daba muchas entrevistas y se sinceraba con ella. Todo tenía un poco de realismo mágico y patético, era un poco “El otoño del patriarca”[se ríe]. Había un punto literario en cómo un señor que había sido toda una figura en España, una leyenda como autoritario porque cuando más mas joven los periodistas le teníamos miedo, se desmoronaba en su vejez, porque ya tenía 80 años. Y esa frase la dice porque él pensaba en la historia, veía que su biografía se acababa y pensaba cómo iba a pasar a la historia.
Él siempre había arrasado y parecía imbatible, era como un borrón final que estropeaba su última página. Hay que recordar que él era un perdedor en Madrid; se va a Galicia porque tenía el lastre de haber sido ministro de Franco y nunca le iba a ganar al PSOE. Y lo del Mayo francés lo dijo porque estaba a la defensiva y para burlarse de los opositores, pero se estaba dando cuenta que aquello se lo estaba llevando por delante. Él vivía en un remanso de paz con mayorías absolutas y los medios que le hacían la ola, y de repente se vieron apestados entre la propia base del PP. Pasaron a ser insultados por la gente en la calle.
Hubo un sentimiento de revancha de los sectores de izquierdas en Galiza, que también pareció despertarse con el desastre del Prestige.
Sí, bastante sensación de revancha. En Galicia él había blanqueado su pasado pero era un tipo autoritario, con un control muy grande de los medios y muy asentado en el clientelismo. Si no eras de la cuerda, pues te discriminaban. Cuando él empieza a debilitarse los otros se empiezan a matar entre ellos (los llamados del birrete y de la boina, los más galleguistas y los españolistas), porque hasta entonces él mediaba. Eso ya se venía cociendo y estalla con el Prestige porque él no elegía sucesor. Sobre la mentalidad clientelista, un día en la calle dijo a la gente que protestaba: «Otros vienen con promesas, pero yo vengo con dinero en el bolsillo». Su mentalidad era así pero esa vez no le sirvió. El Prestige desnudó el control de los medios, la manipulación de la información y su autoritarismo para ejercer el poder.
¿Por qué Aznar quiso hacer a un lado a la Xunta en la gestión de la tragedia?
Creo que no se fiaban de Fraga, las relaciones con Fraga no eran muy fluidas, él iba a su aire. Fraga luego se volvió muy autonomista a pesar de haber sido franquista. El PPdeG actuaba como un partido confederado, Madrid metía poca baza y estaban preocupados porque Fraga ya estaba muy viejo y tenía que llegar la sucesión y temían que el sector más galleguista se hiciese con el partido. [La inacción de la Xunta] impulsó la autorganización en los pueblos para limpiar el chapapote. Rajoy andaba diciendo que estaba a millas y en la ría de Arousa ya lo veían en frente y si ahí entraba era una catástrofe brutal.
El Estado desapareció en cierta forma, la gente sacaba fuel con las manos o artilugios. Y no había contenedores para vaciar el chapapote, ninguna autoridad se había preocupado por ello, hubo que llamar a talleres y fábricas pidiendo ayuda. Era tal la potencia de lo que se vivía en la calle que ya ni controlaban la información. Fraga estaba paralizado, un día les hacía caso a los de Madrid y otro a los de la boina, que estaban sublevados. Este grupo hasta llegó a montar un gabinete en las sombras sin que en Madrid se enteraran.
LUCÍA TABOADA: LA DIGNIDAD EN LA HECATOMBE
La periodista Lucía Taboada es de Vigo. Tenía 16 años cuando ocurrió lo del Prestige. En el capítulo que escribe habla con víctimas directas de la tragedia, sus consecuencias sociales y locales.
Era una adolescente en 2002. ¿Qué le marcó aquellos días?
Para mucha gente de mi generación fue el despertar de una conciencia social. Veníamos de los 90, que fueron años sin mucha reivindicación, en Galicia especialmente. Para toda mi generación fue la primera vez que nos manifestamos activamente por algo, por una causa. Nació en mí una conciencia política que no tenía y que luego siguió con la guerra de Irak. En el colegio hicimos varios paros, nos saltamos varias clases y tuvimos minutos de silencio, pintamos murales, aunque como era colegio de monjas no les gustaba nada esto y nos castigaban y llamaban a nuestros padres. Creo que el espíritu del Nunca Mais se quedó en mi generación para siempre.
Comenta el caso de Nacho y su drama, que tenía que coordinar a 250 pescadores de la cofradía y le desesperaba no saber qué les diría ante la marea negra.
Sí, cuando hablé con él Nacho me contó que fueron días de miedo. Hasta que se oficializaron las ayudas, ellos veían en los primeros días cómo su medio de vida se estaba yendo a la mierda literalmente y los políticos les decían cosas que no se correspondían con la realidad.
Además de ocuparse de la limpieza de las playas, Nacho tuvo que coordinar por ejemplo a los voluntarios que venían, entre mucho desconcierto. Enviaba correos pidiendo colchones y comida para los voluntarios. Las vecinas de Muxia les cocinaban y él recogía y repartía la comida, hasta que después apareció la Cruz Roja y demás. Recuerda que por tres meses no pisó su casa, dormía en la Lonja. Su vida y la de toda esta gente esos meses se paralizó. Gente como él y los voluntarios dignificaron la tragedia con su esfuerzo y trabajo.

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