EDITORIALA

Una patronal mezquina sin visión de país ni de futuro

Diecinueve reuniones y seis días de huelga lleva ya la negociación del convenio del Metal de Bizkaia. Tras finalizar el encuentro de ayer, los representantes de la patronal (FVEM) cargaron con dureza contra la parte sindical, acusándola de «avaricia e irresponsabilidad», y aseguraron que los trabajadores «terminarán pagando» los cinco días de huelga que hay convocados para la semana que viene. Unas declaraciones, duras en el tono y amenazantes en el contenido, que no parecen propias de una delegación negociadora, mucho menos cuando lleva semanas sin cambiar ni un ápice su propuesta.

Después de haber estado dilatando la negociación, ayer, finalmente, la patronal modificó su oferta y, a juzgar por sus declaraciones, pretendía que los sindicatos la aceptaran sin más. Estirando la negociación, la patronal del Metal ha estado buscando lograr en el último momento un acuerdo con las menores cesiones posibles. Es evidente que optó por una estrategia encaminada a tensionar hasta el límite el proceso negociador para tratar de quebrar la voluntad de los trabajadores. Y cuando su estrategia no ha dado el resultado esperado, ha arremetido con violencia contra la representación sindical. En este contexto, acusar de avaricia a los sindicatos cuando el alza en el coste de la vida lleva meses empobreciendo a los trabajadores y cuando muchas empresas -no todas- están obteniendo beneficios récord indica mezquindad y nula sensibilidad social. Amenazar a los trabajadores con consecuencias por una huelga, cuando ha sido la falta de disposición a acordar de la patronal su principal motor, ofrece un ejemplo diáfano de su escasa responsabilidad social.

Las constantes referencias a lo acordado en el convenio de Araba corroboran la falta de voluntad negociadora de la patronal y su intención de acorralar a los trabajadores para evitar cualquier cesión. La patronal vizcaína, y por extensión la vasca, sigue sin querer comprender que un reparto más equitativo de la riqueza fortalece el tejido económico y la creación de puestos de trabajo. Ese reparto de la riqueza comienza con los salarios, más en una situación de elevada inflación.