EDITORIALA

Superar la desigualdad, clave contra el sida

El sida es una enfermedad que continúa muy presente en el mundo aunque apenas aparezca entre los principales titulares. Los tratamientos han logrado reducir la transmisión y la muerte por esta afección; sin embargo, a pesar de los logros, Naciones Unidas estima que todavía en 2021 murieron 650.000 personas y, de ellas, 110.000 fueron niños, niñas y adolescentes. Unos datos estremecedores que indican, además, que la muerte de menores es proporcionalmente mucho mayor que su peso entre los enfermos, hasta el punto de multiplicarlo por tres. De modo que, aunque no existe conciencia de ello, el sida resulta a menudo fatal para niñas y niños a causa, fundamentalmente, de la desigualdad que existe en el acceso a los tratamientos.

El programa de Naciones Unidas sobre el sida considera precisamente la desigualdad como el principal factor que impide mayores avances para erradicar esta enfermedad. Desigualdad que no se circunscribe al diferente acceso de menores y adultos a las pruebas de diagnóstico y tratamiento, sino que va más allá y abarca las desigualdades de género, la criminalización de las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo o la persecución del trabajo sexual y, por supuesto, la desigualdad en la asignación de recursos que, además, se han recortado estos últimos tres años. De ahí que la ONU considere que la única hoja de ruta para garantizar la salud y los derechos de todas las personas pasa por alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible que constituyen la base para superar las desigualdades. Así, aboga por la escolaridad completa de la niñas; apoyar a las organizaciones de mujeres; fomentar las masculinidades saludables; despenalizar las relaciones entre personas del mismo sexo, el trabajo sexual y el consumo de drogas, e invertir en servicios liderados por las comunidades que son los que abren la puerta a la inclusión.

La evolución del sida muestra que la salud tiene cada vez más una dimensión socioeconómica. Los presupuestos dirigidos a la salud y el bienestar de la gente son inversiones que ayudan erradicar la desigualdad y la marginación, algo que siempre mejora la salud general de la sociedad.