Joseba VIVANCO
OBITUARIO [ EDSON ARANTES DO NASCIMENTO «PELÉ» ]

«Pelé nunca va a morir»

Pelé, con el balón y el brazalete de capitán en un partido de la selección brasileña.
Pelé, con el balón y el brazalete de capitán en un partido de la selección brasileña. (Gerard MALIE | AFP)

Edson Arantes do Nascimento ya daba patadas en el vientre de su madre antes de venir al mundo, la misma que le castigó sin escuchar por la radio la final del Maracanazo, la deshonra nacional que hizo romper en llanto a su progenitor y que aquel crío de solo diez años, que pateaba descalzo en las calles de Minas Gerais un pellejo apañado con telas, juró vengar mientras sostenía el cajón de limpiabotas con el que ganó sus primeros “reis”.

Ocho años después de aquella promesa en la que nadie creyó, “Dico”, el apodo cariñoso con el que nunca dejó de llamarle su madre, pasó a ser conocido como “Pelé”, dicen, porque cuando era solo un niño su ídolo era Bilé, portero del Vasco da Gama, que él pronunciaba mal, algo así como “Pilé”. Y, de ahí, Pelé. Luego “O Rei”.

Toda historia tiene un final, pero también un principio. Como el de uno de los más grandes, o el que más, desde luego el de más sobrenombre, quien mayor proyección mediática ha cultivado desde su emancipación en aquel Mundial sueco de 1958 y mayor repercusión planetaria le ha dado al fútbol durante generaciones. Alguien describió una vez que antes de él los buenos no elegían camiseta y nadie sabía cómo llamar al mejor de todos. Luego, añadía ese mismo alguien, «a todos se les quiso decir Pelé».

Incluso el icónico 10 a su espalda, una predestinada casualidad que lo portara en el Mundial del 58, dejó de ser desde entonces un número de dos dígitos. Quizá por todo eso, en un guiño del destino, vino al mundo el día en que a su barriada llegó la electricidad y alguien, quizá su padre, le llamó Edson, en honor a Thomas Edison, inventor de la bombilla incandescente. Estaba predestinado a alumbrar al fútbol.

Celeste, la que aguantó sus primeras patadas en la barriga, es la primera responsable de sus posteriores cifras de escándalo. El segundo, su padre, el mismo que le enseñó a patear con mangos. El tercero, Waldemar Britol, el artífice del descrubimiento de Pelé cuando este solo tenía 11 años, encargado de convencer a su madre para hacer su primera prueba y quien le dio sus primeros buenos consejos.

A los 15 años ya había fichado por el que sería su equipo durante el resto de su vida, el Santos. Ni la añoranza de Bauru y de su familia pudieron con el destino. En septiembre de 1956 jugó su primer partido oficial contra Corinthians. El chaval todavía no había cumplido los 16, pero no se durmió en los laureles.

Primer encuentro, primer gol. La leyenda no había hecho más que comenzar.

1.281 goles en 1.363 partidos. Como si se tratara de un símbolo, Pelé marcó en la final de México ‘70 el gol número 100 de Brasil en la Copa Mundial. Acababa así lo que empezó en 1958, en Suecia, cuando tras la gran final ante los anfitriones aquel adolescente salió a hombros de sus compañeros de equipo.

“Paris Matcha’’ inmortalizó el instante y le bautizó a toda página como “O Rei”. Nunca un futbolista había dejado una huella tan profunda en la historia de la Copa del Mundo.

En 1969, “O Rei” consiguió su gol número 1.000 en medio de un delirio indescriptible en el sacrosanto Maracaná.

A lo largo de su carrera, logró marcar cinco goles en un mismo partido en seis ocasiones, cuatro goles 30 veces y tres goles en 92 oportunidades. Contra Botafogo en 1964 llegó a anotar ocho dianas. Disputó 1.120 partidos con su amado y venerado Santos y 107 en el New York Cosmos.

El Mundial de Inglaterra ‘66 se hizo para coronar al equipo local. La consigna de los equipos europeos era pegarle a Pelé ante la pasividad de los árbitros ingleses.

Mucho antes, él se confesaba: «Lo que yo podría aconsejarles es que me marquen duramente pero sin mala intención, como generalmente lo hacen. Me gusta tener un buen adversario por delante, pero no me gusta ser cazado en la cancha como si fuera una fiera salvaje». En el tercer partido contra los lusos, tuvo que dejar de jugar por las patadas que recibió.

Sin embargo, los mismos ingleses que lo dejaron fuera del torneo titularon a toda plana en “The Sunday Times”: «¿Cómo se deletrea Pelé? D-I-O-S». Y a Dios cómo se le podía marcar... «Con una tiza», respondió Luis César Menotti “El Flaco”.

En 1977, Pelé dejó el fútbol definitivamente. J.B. Pinheiro, embajador de Brasil en la ONU, declaró entonces: «Pelé ha jugado 22 años al fútbol y durante ese tiempo ha hecho más por la amistad y la fraternidad que ningún embajador».

No solo jugó al fútbol; repartió fútbol y con él la alegría de verle desenvolverse y hacer goles. Porque si Pelé no hubiera nacido hombre, hubiera nacido pelota, como escribió su compatriota Armando Nogueira. Porque «hacer 1.000 goles como Pelé no es tan difícil, pero hacer un gol como Pelé sí que es difícil», que dijera Carlos Drummond de Andrade, poeta brasileño.

Si realmente fueron 1.000 o menos, ¡qué más da! Todos los dioses están forjados de leyendas. ¡Incluso se dice que Maradona marcó uno gracias a «la mano de Dios»! Pelé nunca jugó en un equipo europeo y jamás disputó el Balón de Oro.

La injusticia fue reparada el 13 de enero de 2014, cuando recibió el trofeo por el conjunto de su carrera. Deportista del siglo XX por el Comité Olímpico Internacional, deportista del siglo tanto por la revista ‘‘L’Équipe’’ como por “Time’’, incluido en la selección del siglo de la FIFA, futbolista del siglo por la Unicef, jugador del siglo por ‘‘France Football’’... desde la Legión de Honor que le concedió el general francés Charles de Gaulle, hasta la Orden de Lenin.

La lista de reconocimientos mundiales es inabarcable. Hay un Museo dedicado a su figura, tiene su propio “biotopic” en ‘‘Pelé, el nacimiento de una leyenda’’ (2016), su propia autobiografía, incluso nos legó para siempre aquella acrobática chilena en ‘‘Evasión o victoria’’. Le pusieron su nombre a todo lo que se pudiera comercializar y hasta se convirtió en abanderado de la lucha contra la disfunción eréctil.

Luces, y también sombras. Cuando Brasil dejó atrás una dictadura de 20 años, a Pelé no se le ocurrió decir otra cosa que su pueblo no sabía votar. Romario dijo de él algo en lo que muchos coinciden: «Pelé callado es un poeta».

Fue criticado en su día por minusvalorar unos gritos racistas contra un portero brasileño, por pedir que las críticas sociales ante el Mundial en su país dieran una tregua durante el campeonato, tuvo sus más y sus menos con Maradona, algunos negocios oscuros, hijos no reconocidos que luego tuvo que asumir vía judicial…

Sostenía Pelé hace ya muchos años que «Dios me dio el fútbol y solo él me lo puede quitar». Afable, deseoso de hacer feliz a la gente a través del balón, embajador de buenas causas, leyenda, “O Rei” ha muerto. O no. Él mismo nos legó en vida su propio epitafio: «Pelé nunca va a morir».