Raimundo FITERO
DE REOJO

Tortugas y algarrobas

Una no teoría de efecto placebo que ayuda a perderse en las disquisiciones más atrabiliarias nos encamina a considerar que existe una excesiva exposición cotidiana a la información no regulada. A las mentiras que parecen verdades absolutas, a las noticias verdaderas que esconden mentiras nocivas para la credibilidad en la propia especie humana. Es una cuestión de velocidad y tiempo. Sin una brizna de nostalgia, el que nos enteremos al instante de cualquier acontecimiento sea importante, nos interese o no, parece producir desajuste para entender la realidad ya que se va conformando en nuestras pantallas una aditiva versión de lo que es, pudo ser, será o nunca fue, pero que hemos deglutido como si fuera algo que tiene que ver con nuestra propia existencia personal y/o social.

No es difícil asentar la probabilidad de la existencia de muchos mundos en este mundo, aunque toda la propaganda nos intente convencer de que existe un único mundo, el nuestro, por encima de los demás, porque es el primero. Si la capacidad científica es una manera de medir el nivel de las sociedades, ¿la delincuencia que lugar ocupa para reconocer a los países, regiones, culturas? No solamente en cantidad, sino en calidad y genuinidad. Titular de ayer: “Una treintena de detenidos por el robo de 64.000 kilos de algarrobas”. Omito el lugar. Doy por supuesto de que todos saben qué es una algarroba y su uso ordinario. En la misma sección se nos informa del comienzo de un juicio donde piden cinco años y medio de prisión a un traficante de tortugas protegidas. ¿Inflación, qué inflación?