Perdido en las procelosas inmensidades de la soberbia académica, en la frontera de la imparcialidad, se me cruzan pensamientos que duran poco menos que las plantas que un año dan hojas y otros flores, y colocan una duda en el terreno de la infamia cultural. ¿Hay una superproducción de obras de teatro?

En pandemia existió exceso de tiempo no productivo, lo que llevó a intentar sistemas de trabajo a distancia, la búsqueda en remotos archivos de textos y propuestas, la lectura reposada, el tomar apuntes, todo ese rito que conlleva la construcción de un proyecto escrito, dibujado, compartido, apoyado en sensaciones y grandes aportes literarios acumulados en libros en montonera. Muchas de aquellas libretas, algunas de las sinopsis se han concretado en obras, espectáculos, y desde hace unos meses están en libre concurrencia, lo que hace que se saturen los canales habituales de distribución y exhibición.

De tal manera que el pensamiento negacionista que me atrapa se está convirtiendo en una alarma. Nunca hay demasiada oferta creativa, aunque no quepa toda en un anuario.