Raimundo FITERO
DE REOJO

A modo de tornasol social

Es difícil cambiar el color de la piel humana, lo que los especialistas llaman viraje. Se logra, o por exposición al sol o por procedimientos más violentos donde intervienen la farmacología y otros tratamientos que nos colocan ante nuestras cámaras a personajes que se han ido blanqueando de manera constante hasta la indefinición.

Poco se habla del viraje social, de esas percepciones que por varias circunstancias no genéticas, como son el dinero o el uniforme, somos capaces de ver de diferente color a las personas, por lo que esa mutación de la percepción nos lleva a unas situaciones de aceptación que podríamos considerar mágicas. Lo más manido, al alcance cotidiano de cualquiera, es ver la diferencia entre un emigrante del Magreb y un jeque de algún emirato. El emigrante tiene la piel mucho más morena, su pelo más ensortijado que los que llevan esas chilabas blancas impolutas y les siguen unos séquitos de centenares de siervos y asesores que son individuos a punto de adquirir la identidad de anglosajón, a poco que inviertan.

Más matices se necesitan para ser policía afroamericano en USA y dar palizas o disparar hasta la muerte sobre otros ciudadanos afroamericanos que están en el otro lado de la idea americana. Los policías, aunque sean descendientes directos de padres ugandeses, con su chapa, sus pistolas y gorras, se sienten blancos y ven a sus vecinos afroamericanos como un peligro y aplican de manera rutinaria violencia racista incomprensible, a no ser que se aplique la teoría del tornasol social, o el concepto de que todo depende del color de las gafas policiales que se lleven.