Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «RABIYE KURNAZ CONTRA GEORGE W. BUSH»

La versión kafkiana y maternal de David contra Goliat

Se han hecho muchas películas de madres coraje luchando contra el sistema, como se han hecho muchas películas sobre las repetidas vulneraciones de los derechos por parte de los Estados Unidos. Y, sin embargo, Andreas Dresen consigue hacer con “Rabiye Kurnaz contra George W. Bush” (2022) algo diferente. Aunque el tema de fondo es muy grave desde el punto de vista político, el cineasta alemán se atreve a darle un aire desdramatizador, que no es caprichoso, sino que está íntimamente ligado al caracter de la protagonista, una mujer simpática, vitalista y entrañable. Que tampoco es del todo nuevo, puesto que es cosa sabida que con la no violencia se ha logrado llegar muy lejos en la resolución de conflictos. Incluso ese tono ligero lo lleva más lejos, cuando fuerza las situaciones absurdamente cómicas de lo que vendría a ser una tragicomedia kafkiana, ya que se trata de una mujer corriente que se ve de la noche a la mañana metida en los círculos de la alta diplomacia, yendo de despacho en despacho, y sintiéndose como un pez fuera del agua.

El jurado de la Berlinale tuvo a bien premiar con sendos Osos de Plata a la actriz Meltem Kaptan y a la guionista Laila Stieler, que son las que se lanzan a la piscina a la hora de materializar el atrevimiento del que hablábamos. El emparejamiento entre la demandante y su abogado está pensado para que funcione a la manera de un dúo humorístico, gracias a que Meltem Kaptan personaliza el humor costumbrista, mientras que su compañero de reparto Alexander Scheer exhibe su capacidad de transformación metiéndose en la piel del verdadero especialista en derecho internacional Bernhard Docke.

Son una pareja extranjera en Washington, llamando a la puerta del presidente Bush para reclamar la libertad de Murat Kurnaz, encerrado en Guatánamo, como tantos otros, por el mero hecho de ser musulmán y estudiante del Corán.