Amaia EREÑAGA
BILBO

Ramón Barea recupera al Baroja más «brechtiano», social y trepidante

Anarquistas, prostitutas, delincuentes, ricachos y ejemplares de la nobleza corrompida... el mundo «periférico» del Madrid del siglo XIX, aquel de la Revolución Industrial pura y dura de la que surgieron parte de los lodos actuales, se despliega por el escenario del Teatro Arriaga con «La lucha por la vida», la trilogía de Pío Baroja adaptada por José Ramón Fernández y dirigida por Ramón Barea, convertido él mismo en el autor de Itzea.

El equipo de esta nueva producción del Arriaga posa en el escenario, con un Barea y una Lazkano en un momento dulce.
El equipo de esta nueva producción del Arriaga posa en el escenario, con un Barea y una Lazkano en un momento dulce. (Oskar MATXIN | FOKU)

Primera escena: el fotógrafo que acompaña a Pío Baroja -gabán y txapela- reflexiona sobre qué futuro les espera a estos chicos de la calle, abandonados a su suerte. Segunda escena: reunión de anarquistas y gran y divertido lío sobre qué decidir, cómo decidirlo y hasta se debate sobre qué es un derecho en sí. Al final no deciden nada. Tercera escena: los vendedores de periódicos anuncian sus cabeceras. Todas son distintas, de diferentes tendencias, hechas en la misma imprenta, por los mismos dueños y con las mismas noticias. Más de actualidad, imposible.

Sobre el escenario del Teatro Arriaga el equipo de “La lucha por la vida”, la nueva producción propia del Teatro Arriaga -en coproducción con el Teatro Español madrileño-, ofrecía ayer un pase para los medios de comunicación. Pero también era un ensayo en toda regla, porque el estreno está encima: será este viernes, 17 de febrero. Luego se ofrecerán siete funciones hasta el día 26.

Calixto Bieito, director artistico del Teatro Arriaga, llegó a definir esta obra como un «proyecto mastodóntico»: reunir tres novelas en una, plasmar la sociedad de hace un siglo y, además, reflejar con fidelidad el “universo barojiano” no es nada sencillo. “La lucha por la vida” es un homenaje a un autor esencial como Pío Baroja (1872-1956). Su “Tierra Vasca”, compuesta por “La casa de Aizgorri”, “El mayorazgo de Labraz”, “Zalacaín el aventurero” y “La leyenda de Jaun de Alzate”, es un clásico que merece la relectura. Pero es un autor con una leyenda negra e incómodo -«era un heterodoxo que no se acaba de comprender», en palabras de Barea- y con el que se intenta saldar una deuda: por dos veces se ha intentado llevar infructuosamente su obra al Arriaga.

115 personajes, 60 escenas

Un dato: las novelas del autor de Itzea están repletas de personajes, de texto, de descripciones; en esta versión hay 60 escenas que se suceden a un ritmo trepidante, con 115 personajes interpretados por diez actores. Por contra, sobre el escenario (de José Ibarrola), sencillez: una estructura que funciona de muro, a modo división entre la ciudad y la periferia; más otras a las que se suben los actores, como los Speakers' Corners de los parques londinenses. También sobrevuela sobre este montaje un aire a lo Bertoldt Brecht, a su teatro social y despegado.

José Ramón Fernández, Premio estatal de Literatura Dramática, se ha encargado de la adaptación; Ramón Barea, Premio de Teatro y “casi” Goya a Mejor Actor Secundario por “Cinco lobitos” -nadie duda de que se lo merecía-, de la dirección y de encabezar el elenco. «Hemos pasado de una primera versión de 500 folios, a otra de menos de 100 y de eso a convertirlo en teatro», en palabras de Barea. Junto a él, actores de peso como Itziar Lazkano, también en un momento dulce por la madre que encarna en la película “20.000 especies de abejas”, de Esti Urresola, a concurso en la Berlinale; o Ione Irazabal y Alfonso Torregrosa. Aitor Fernandino, Olatz Ganboa, Sandra Martín, Leire Ormazabal, Diego Pérez y Arnatz Puertas también se desdoblan en escena.