Mikel INSAUSTI
UN PASO ADELANTE

La liberación de una bailarina autoexplotada

A diferencia de las películas corales y generacionales que Cédric Klapisch inició con “Una casa de locos” (2002), “Un paso adelante” (2022) tiene un protagonismo claramente individual y se centra en los dilemas de una veinteañera enfrentada al futuro de su vida profesional. Muchas de las personas que se dedican a oficios creativos piensan que el arte lo es todo, y que exige sacrificarse física y mentalmente, porque con el talento solo no alcanza. Por eso Klapisch ha escogido como protatonista a la bailarina Marion Barbeau, que interpreta a una componente del ballet de la Ópera de París, que en nombre de esa exigencia de la que hablamos fuerza tanto su cuerpo que sufre una grave lesión de tobillo. A pesar del mal pronóstico médico, fiel a la dura disciplina aprendida, tratará de volver a coger la forma mediante la rehabilitación y el ejercicio basado en el esfuerzo.

En el mundo moderno, donde en teoría ya no existe la esclavitud, la autoexplotación es el peor de los males. Nuestra Élise Gautier se explota a sí misma en aras de conseguir mantener un nivel de “prima ballerina”, hasta que comprende que el baile la puede hacer libre, si se lo toma con una actitud menos rígida. Su evolución del ballet clásico a la danza contemporánea simboliza esa liberación a través de movimientos más espontáneos e improvisados y no tan estudiados. Junto a un grupo que se deja llevar por los rítmos tribales, en consonancia con la multiculturalidad de sus integrantes, descubrirá otras formas de expresión para que su mente y su cuerpo fluyan.

Nada como un retiro rural en Bretaña, rodeada de la mejor compañía y buenos alimentos, para reinventarse y dejar atrás tanto la toxicidad de su fallida relación amorosa parisina como el veneno de la ambición artística autodestructiva. Otra historia de superación que bien acaba.