Jaime IGLESIAS
Elkarrizketa
NUNO BEATO
Cineasta, director de ‘‘Os demos do barro’’

«El único estatus por el que se nos mide es el estatus económico»

Nacido en Lisboa en 1977, ha desarrollado una larga carrera como animador en el ámbito del cortometraje y la televisión. Acaba de debutar en el largo con “Os demos de barro / Jatorrizko Izenburua”, coproducida por Basque Films, que se estrena ahora en salas. Fue candidata a los Goya como Mejor Película de Animación.

‘‘Os demos de barro / Jatorrizko Izenburua’’ es una producción a cuatro bandas entre Galicia, Portugal, Euskal Herria y el Estado francés. El filme llega a las salas comerciales en su doble versión (en euskara y castellano) tras haberse presentado ya en festivales tan prestigiosos como Annecy o Sevilla y supone una hermosa reflexión sobre la necesidad de reencontrarnos con nuestras propias raíces frente al estrés que nos impone la lógica mercantilista de la globalización.

Dirigir una película de animación tan artesanal, en un formato como el stop motion, en estos tiempos de 3D y formatos digitales, ¿hasta qué punto cabe asumirse como un acto de resistencia?

En cierta medida lo es. En Europa, y de un modo más concreto en Portugal, hemos mantenido una apuesta por la tradición a la hora de rodar películas de animación. Pero lo curioso es que hoy en día, cuando se pensaba que era una técnica condenada a desaparecer, se están rodando más películas en stop motion que nunca, incluso grandes superproducciones como ‘‘Pinocho’’ de Guillermo del Toro, lo cual me parece maravilloso porque es una manera de mantener un legado. Aunque soy consciente de que ese volver a apostar por estos métodos artesanales tiene mucho que ver también con temas presupuestarios, ya que muchos se han dado cuenta de que hacer una buena película de animación en 3D, con una factura técnica llamativa, requiere de mucho dinero. Por lo tanto, más que de un acto de resistencia se trata de una cuestión de supervivencia.

¿Qué fue lo más complejo de la producción de un filme como ‘‘Os demos de barro / Jatorrizko Izenburua’’?

De entrada, se trata de mi primer largometraje y eso ya constituía un desafío enorme para mí, ya que, a pesar de haber realizado muchos cortos y de haber trabajado en series para televisión, la producción de un largometraje de animación tiene su propia logística y hay que involucrar a muchas personas. No es casual que la película sea una producción a cuatro bandas entre Portugal, Galicia, Euskadi y Francia, con toda la dificultad que eso conlleva, ya que ralentiza mucho la financiación. Luego tuvimos una dificultad añadida y es que, en mitad de un proceso de producción tan complejo, tuvimos el parón del Covid. Y en ese sentido, rodar un filme en stop motion no es como rodar una animación en 2D o en 3D donde puedes seguir trabajando con el ordenador desde casa. Aquí tuvimos que desmontar los decorados y que cada uno se llevase una parte a su domicilio para avanzar en la filmación como buenamente pudimos.

Ese carácter transnacional que tiene el filme se deja sentir también en la historia, que tiene un alcance bastante universal pese a estar inspirada en una tradición del folclore portugués.

Yo creo que la historia de esta película se ajusta al dicho ‘‘habla de tu pueblo y así podrás hablar del mundo’’. Esa era un poco la idea que teníamos cuando empezamos el desarrollo del guion. Queríamos contar la historia de una mujer que, pese a tener éxito en su trabajo, se siente estresada y frustrada por el tipo de vida que lleva, ante lo cual opta por reencontrarse con sus raíces volviendo al pueblo que la vio crecer tras recibir la noticia del fallecimiento de su abuelo.

Creo que ese sentimiento de abandonar las grandes ciudades y desplazarse hacia entornos rurales con la idea de reencontrarnos con nosotros mismos, es algo que se ha intensificado con la pandemia. Yo pertenezco a una generación donde hemos vivido casi exclusivamente para trabajar y eso es insano. Creo que las nuevas generaciones están empezando a cuestionar ese sistema de valores.

Pero en ese contraste que establece entre el mundo rural y los entornos urbanos, no hay una idealización de la vida en el campo. Lejos de representar un entorno bucólico, el regreso a su pueblo es una fuente constante de problemas para la protagonista.

Me acuerdo de haber tenido muchas discusiones al respecto con los coproductores. Para ellos, la película demandaba un final feliz con la protagonista integrada en la vida del pueblo. Pero yo tenía claro que a nivel narrativo eso no funcionaba, porque su sitio no está ahí. Muchas veces cambiamos de país, de ciudad o de lugar esperando que ese traslado sea suficiente para cambiar de vida. Pero el mensaje que yo quería trasladar es que ese cambio tiene que darse dentro de nosotros, no basta con huir a otra parte. En el caso de la protagonista, ese viaje representa un paréntesis que le hace ver las cosas de otra manera, precisamente porque en el campo tiene que enfrentarse a toda una serie de problemas para los que no está preparada. Los entornos rurales no son solo pajaritos cantando y cascadas fluyendo, también hay tensiones, problemas, rencores… Es un mundo complejo y yo quería reflejar esa complejidad en la película.

 
En ese viaje, la protagonista aprende a relativizar ese concepto de competitividad que nos inoculan casi como si fuera un mandato social.

Desde que eres niño vives presionado por la idea de que para ser alguien tienes que triunfar en los negocios. El único estatus por el que se nos mide es el estatus económico. Es algo que incluso cuando ejerzo de docente veo con preocupación a mi alrededor, pues considero que esa idea nos lleva a una educación fallida. Creo que debemos replantearnos muchas cosas en ese sentido y en la película, a través del personaje de Rosa, he querido incidir en esa idea de que la exigencia por alcanzar el éxito muchas veces nos conduce a la frustración, aun en el caso de lograrlo. Estamos alimentando un vacío.

Por otro lado, Rosa también encarna esa sensación de aislamiento, de vivir cada vez más replegados sobre nosotros mismos, que se puso en evidencia con el inicio de la pandemia.

Yo creo que es algo que ya existía antes de la pandemia, que lo único que ha hecho es poner en evidencia un problema que estaba ahí. De hecho, el guion de la película estaba escrito desde antes y, en lo que se refiere a la protagonista, en ella concurren muchas de las sensaciones y pensamientos que me definen a mí. Creo que es inevitable escribir un guion sin poner en él una parte de ti mismo. Ese sentirse ahogado por el trabajo, la sensación de tener poco tiempo para compartir con los demás y el deseo de huir al campo, con cosas que he vivido en primera persona.

¿Entonces la historia que cuenta el filme es una historia personal?

En parte sí, porque lo que queríamos era rodar un largometraje que tuviera alma. Pero por esa misma razón tampoco nos conformamos con proyectar en la historia nuestros propios puntos de vista sino que, junto a los otros dos guionistas, hicimos un trabajo de campo yendo a la región donde ambientamos la película y hablando con la gente del lugar para conocer sus propias historias.

Cuando haces una película de imagen real, estás obligado a acudir a los lugares donde vas a filmar para hacer localizaciones previas, pero en animación es fácil crearlo todo desde un estudio. Nosotros nos rebelamos contra eso, necesitábamos que la película estuviese imbuida del espíritu del lugar. Todos los decorados y maquetas que aparecen son réplicas de distintas aldeas y pueblos de la región de Trás-os-Montes, que es un espacio fronterizo entre Portugal y Galicia.

¿Por qué decidió enfatizar ese contraste entre mundo rural y mundo urbano utilizando dos técnicas de animación distintas?

A mí siempre me ha gustado mezclar técnicas, pero buscando siempre que la técnica esté al servicio de la historia. Por eso aquí me pareció oportuno marcar ese contraste representando la vida urbana con colores fríos, y con una imagen limpia y de poca textura frente a la vida en el pueblo, donde predominan los colores tierra y una mayor luminosidad. Creo que ese contraste beneficia a la narración.

Películas como ‘‘Os demos de barro / Jatorrizko Izenburua’’ parecen destinadas a combatir esa idea de que el cine de animación es un territorio eminentemente infantil, ¿no?

Ojalá, pero aún pesan muchos prejuicios sobre el cine de animación, sobre todo a la hora distribuirlo. Es complicado hacer llegar una película de animación a las salas si no está destinada a una audiencia infantil. Es más, si tú elaboras una historia para niños en un tono distinto a la típica comedieta de dibujos animados, tampoco vas a encontrar facilidades para distribuirla. Queda mucho camino por recorrer en ese sentido, sobre todo en Europa. En Asia, por ejemplo, hay otro concepto sobre la animación. Pero aquí seguimos condenados a volcarnos en el público infantil. Lo máximo que puedes llegar a hacer, que es lo que yo he intentado con esta película, es buscar un perfil familiar.