GARA
BAGDAD

Irak sufre secuelas e incertidumbre veinte años después de la invasión

Soldados estadounidenses detienen a un hombre en Faluya, en noviembre de 2004.
Soldados estadounidenses detienen a un hombre en Faluya, en noviembre de 2004. (Patrick BAZ | AFP)

Irak ve el futuro con temor veinte años después de la invasión liderada por Estados Unidos y sigue traumatizado por los años de conflicto y violencia sectaria que siguieron a la operación lanzada el 20 de marzo de 2003. Aunque con una apariencia de normalidad, el país sigue enfrentado a inmensos desafíos como la inestabilidad política, la pobreza y la corrupción.

El Gobierno no planeó ningún evento y en las calles de Bagdad las personas parecían más preocupadas de la llegada del mes de ayuno del Ramadán.

«Es un recuerdo doloroso. Hubo mucha destrucción y demasiadas víctimas», señalaba Fadhel Hassan, un estudiante de periodismo de 23 años.

La invasión estadounidense fue ordenada por el presidente George W. Bush que se amparó en los ataques del 11 de setiembre de 2001 lanzados contra EEUU por el grupo yihadista Al Qaeda, a pesar de que no tenía ninguna conexión con Bagdad.

Bush -con el apoyo del entonces primer ministro británico Tony Blair y el jefe del gobierno español, José María Aznar- argumentó que Husein suponía una amenaza mayor y estaba desarrollando armas de destrucción masiva, pese a que nunca hubo prueba alguna.

La invasión ejecutada por 150.000 soldados estadounidenses y 40.000 británicos logró derrocar en tres semanas al gobierno de Husein y el 9 de abril las fuerzas invasoras tomaron el control de Bagdad.

Caos

Poco más tarde Bush declaró «misión cumplida», pero la invasión dejó desórdenes, saqueos en las calles y un caos que se agravó por la decisión estadounidense de disolver el Estado iraquí, el partido gobernante y el ejército, lo que, además, dejó a millones de personas en paro de la noche a la mañana.

El nuevo poder se sustentó en la mayoría chií, marginada durante la etapa de Husein, que relegó a la población suní, aumentando el resentimiento y dando alas al crecimiento del yihadismo.

Además, el vecino Irán, rival de EEUU, ha acabado por tutelar la política iraquí.

Para el momento de la retirada de las tropas estadounidenses la guerra había dejado más de 100.000 civiles iraquíes muertos,según la organización Iraq Body Count, aunque otras organizaciones como la Universidad Hopkins aumentaron la cifra hasta los 650.000 y algunas investigaciones la estiman en un millón.

La invasión marcó el inicio de los periodo más sangrientos de la historia de Irak, que primero sufrió una guerra civil entre 2006 y 2008 y luego padeció la ocupación de una parte de su territorio por el grupo yihadista Estado Islámico.

A pesar de todas las atrocidades, hoy en día algunos aún añoran los tiempos de Husein.

«Irak estaba mucho mejor con Sadam, era un país estable», asegura Ahmed, un iraquí de 67 años que fue uno de los que perdió su empleo como administrativo en el Ejército.

Reconoce que con Sadam no había libertad de expresión, lo que representa «quizás lo único bueno» de su derrocamiento, pero asegura que la espiral de violencia en la que se sumió el país tras la llegada de la coalición internacional, sumada a la pobreza y al colapso de todo un Estado y de su infraestructura, convirtió a Irak en polvo.

«Los norteamericanos me arrebataron toda una vida y no puedo perdonarles nunca por lo que me han hecho a mi y al resto de los iraquíes», confiesa.

“Pero la invasión no solo derrocó al presidente. Destruyó todo un país y lo tiraron por el abismo del caos”, sentencia.