Javier MADRAZO LAVÍN
KOLABORAZIOA

Euskadi: hay alternativa

Llegué a Bilbao, desde Cantabria, cuando aún no había cumplido un año. Mi madre y mi padre decidieron emprender un nuevo camino para poder ofrecer a su familia un futuro mejor. Así, llegaron a Rekalde, un lugar en el que seguimos viviendo. Mis primeros recuerdos están vinculados a un barrio obrero, solidario y comprometido, referente de grandes luchas populares y vecinales, en el que nadie se sentía diferente por su origen. No importaba de dónde habíamos llegado. Tejimos redes de solidaridad, asumimos, antes y después de la dictadura, que solo uniendo fuerzas y saliendo a las calles a reivindicar nuestros derechos íbamos a ser escuchadas y escuchados. El poeta y novelista austríaco, Rainer María Rilke, decía, a principios del siglo XX, que «la única patria» que tenemos las personas «es la infancia». Sin duda, mi concepción del mundo, está condicionada por todo lo aprendido y vivido en aquel tiempo.

El movimiento antimilitarista, la objeción de conciencia al servicio militar, las huelgas y movilizaciones laborales y estudiantiles, el nacimiento de Gesto por la Paz como expresión de rechazo a la violencia, la reivindicación del feminismo, hablando alto y claro de igualdad, marcaron mi adolescencia y juventud.

En las décadas de los 70 y 80 lo natural era tomar conciencia de una realidad social marcada por ser clase trabajadora, buscar respuestas en la izquierda y tener una visión abierta del mundo, marcada en mi caso por las revoluciones en América Latina, la teología de la liberación y la militancia en el Partido Comunista.

Ha llovido mucho desde entonces, pero sigo defendiendo las mismas ideas y aspirando a los mismos sueños.

En Euskadi, en los últimos años, el descontento social ha ganado terreno a la autocomplacencia de quienes nos gobiernan. El oasis vasco y el mito de la buena gestión se tambalean. Las pruebas son evidentes. Pilares del autogobierno como la sanidad, la educación, los servicios sociales, la vivienda o la seguridad están en crisis y sus responsables no muestran ninguna capacidad de reacción. La tan aclamada estabilidad, basada en la alianza PNV-PSE, es solo un eufemismo para ocultar la inoperancia de unos gestores sin iniciativa ni ambición, superados por los acontecimientos. Las protestas de profesionales de Osakidetza, de la escuela pública, la Ertzaintza o las residencias de mayores son una constante en las calles de nuestros municipios y ciudades. Cerrar los ojos ante esta realidad es un error que no nos podemos permitir.

Euskadi necesita un giro de timón, pero el cambio no llegará de la mano de quienes nos han conducido a esta situación. Su tiempo da muestras claras de estar agotado y ha llegado el momento de pensar en una alternativa y apostar por ella. La resignación nunca es la solución. Malo conocido no es mejor que bueno por conocer. Hemos sido ejemplo de buenas prácticas en políticas sociales, hemos sentido orgullo de nuestro autogobierno, hemos abanderado el impulso de la vivienda pública en alquiler y hemos mirado siempre hacia el futuro con esperanza. Ahora, en cambio, se imponen la impotencia y la frustración. La incertidumbre nos invade y este sentimiento choca frontalmente con los mensajes grandilocuentes y laudatorios de quienes nos gobiernan desde hace más de cuarenta años.

Las candidaturas de EH Bildu merecen en los comicios municipales y forales un buen resultado para constituirse en el eje de una alternativa real de izquierda en Euskadi. Confío en su apuesta por construir un espacio de convivencia plural, en el que independentistas, federalistas y confederalistas, como es mi caso, podamos colaborar, poniendo en primer plano las necesidades más inmediatas de las personas.

La llamada mayoría de la investidura en el Estado ha demostrado que se puede gobernar con sensibilidad social, poniendo las instituciones al servicio de las personas y sus demandas. EH Bildu, junto a Unidas Podemos, ERC, Más Madrid y Compromís, se ha implicado, entre otras iniciativas, en la defensa de políticas concretas como la subida de las pensiones y el salario mínimo, que suponen avances en derechos sociales. La izquierda en Euskadi tiene que hacer bandera del valor de la pluralidad, acordar entre todas las sensibilidades que la integran, remar en la misma dirección y poner el foco en la desigualdad, en las políticas públicas y en la apuesta decidida por un nuevo modelo económico más inclusivo, justo, sostenible y feminista. Me consta que el compromiso de EH Bildu con la constitución de un frente amplio de izquierda es sincero y creo que actúan con responsabilidad allí donde tienen capacidad de influir y su voto es determinante. Solo por eso el 28 de mayo he decidido darles una oportunidad.