No lo sé
A estas alturas del siglo veintiuno, ¿cuál es la función de una editorial dedicada a las artes escénicas? Me encantaría responder con seguridad y/o autoridad, pero lo cierto es que conforme avanza la confusión, la digitalización, el usar y tirar, la inmediatez, los que andamos todavía con el verso roto nos encontramos en plena contradicción. Insuperable. Recuerdo en una reunión hará diez años en Ciudad en México, dentro de una Feria del Libro Teatral, que representantes de varias editoriales latinoamericanas intentamos establecer unos mínimos de colaboración y nos perdimos en lo conceptual.
Todo lo digital llamaba en aquellos tiempos a la puerta y, ahora, la duda es: ¿prevalece sobre lo analógico en el mundo editorial vinculado a las artes escénicas? En toda edición de todo tipo me parece que conviven de una manera jacarandosa lo digital y la imprenta. Sucede que hay estructuras diversas, rubros: los textos dramáticos, las obras, además de que han aparecido varias editoriales especializadas, hay diversas plataformas donde se descargan gratuitamente. Otra cosa es el pensamiento, los manuales, las obras de teoría y práctica, que han experimentado gran auge en los últimos años.
Por eso yo tengo que decir que no sé exactamente qué pintamos, qué función tenemos, no siendo una actividad económica rentable, hacerlo sin ayudas me parece que es una mera obsesión de sus aturdidos responsables.

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