La txapela de la idoneidad
José Ángel Iribar calándole la txapela a Jokin Altuna. En una hipotética enciclopedia del deporte de Euskal Herria, esa sería, sin duda, la foto que ilustraría la entrada correspondiente a la idoneidad; entendiéndola como la capacidad de estar siempre en el sitio y el momento adecuado, respondiendo a cada reto de la foma correcta. Dentro y más allá del césped y la cancha.
Si la primera, la de 2018, fue la de la sorpresa, pues ni él mismo se esperaba calársela tan pronto, y la segunda, la de 2021, fue la de la confirmación, esta tercera de Jokin Altuna, con la que empata en el escalafón manomanista con Eugi o Gallastegi, podríamos calificarla como la de la idoneidad, pues antes de cumplir diez años como profesional, el amezketarra se ha hecho un hueco en el Olimpo de la mano gracias a su capacidad de hacer siempre lo que la situación le requiere. Como cualquier otro deportista, el amezketarra ha perdido, o ha dejado de ganar, más finales y torneos de los que ha ganado, -la mayoría por enfrentarse a rivales en plena efervescencia-, pero sus ocho txapelas -ya es cuarto en el ránking histórico de la pelota solo por detrás de Retegi (20), Olaizola II (14) e Irujo (13)- y 15 finales -las últimas cuatro de manera consecutiva- sirven para poner en contexto lo logrado por un pelotari superlativo.
Tal es el nivel y la regularidad adquirida por el rival a batir por el resto del cuadro que difícilmente le perdonamos un día malo, como el 21 abril ante el mismo Laso que ayer trituró, un duro golpe que, lejos de hundirle, le picó el orgullo y le hizo darse cuenta de que debía apretar los dientes para devolver el golpe.
CRUELDAD DEL MANOMANISTA
La única pena, o pega, que se le puede poner a una jornada que volvió a llenar el Bizkaia años después de que lo hicieran Aimar Olaizola y Juan Martínez de Irujo, es que la final no respondió, ni se acercó, a la expectación creada. Sin embargo, esa es la grandeza y la crueldad del Manomanista, el campeonato que todo lo magnifica exponencialmente.
Sucede que ni Unai Laso era tan superior hace un mes como inducía aquel 22-7, ni lo es Altuna ahora con el 22-5 de ayer. La diferencia es que mientras Jokin hizo su peor partido cuando gozaba del comodín de la liguilla para tocar techo en la final, el erroibartarra escogió el momento más inoportuno para su peor actuación del campeonato, un borrón que no puede tapar un fantástico Manomanista por su parte, mucho menos conociendo las dificultades que ha superado estos últimos meses.
Y por mucho que el hecho de que la chapa del juez le diera el primer saque podía llevar a pensar que las cosas le podían ir de cara con la importancia que ha tenido el primer pelotazo en este campeonato -curiosamente en el partido de cuartos la suerte inicial sonrió al amezketarra-, la ejecución del mismo ya dio pistas de que el de Baiko no iba a parecerse al que nos maravilló en partidos anteriores.
Es cierto que el primer tanto fue azul, pero los dos primeros saques del navarro fueron, posiblemente, los dos peores del de Baiko en todo el campeonato y eso fue energía extra para un Altuna que había olido sangre. Laso estrelló una pelota en la chapa y el de Aspe pasó a ejecutar al milímetro la hoja de ruta que había preparado a las faldas del Larrunarri.
LA EFICACIA DE LA SENCILLEZ
A decir verdad, no tuvo que estrujarse ese privilegiado cerebro que tiene, le bastó con repetir el guión con el que se deshizo de Iñaki Artola, que los acompañó en el podio, apenas 15 días antes en el Atano.
La primera parte del plan pasaba por el saque, jugada con la que abrió la primera brecha con tres consecutivos y con los que sacó del partido a un Unai Laso que ayer recibió de su propia medicina. Altuna puso su punto de mira en uno de los anuncios que manchaban la pared del Bizkaia y terminó el partido con hasta siete tantos directos. Además, Laso se golpeó la zurda en un intento de llevar uno de esos endiablados saques (3-1), lo que puso aún más cuesta arriba un partido al que ya había entrado con mal pie.
Le costó restar al de Bizkarreta-Gerendain, pero cuando lo consiguió tampoco le fue mejor en el peloteo. Altuna le desconectó la derecha a base de buscarle la pared y jugarle a las piernas y consiguió apagar el volcán erroibartarra que ayer no llegó a entrar en ebullición en ningún momento. Jokin Altuna no le dio ni la más mínima opción.