Los artesanos suletinos trabajan duro para que la alpargata no pierda pie
La producción de alpargatas suletinas conoce un declive constante que puede verse acelerado, por la que el alcalde de Maule, Louis Labadot, califica ya de «la peor temporada en 30 años». El arranque de verano, con pocos días de sol, se ha traducido en un 40% menos de ventas. Los artesanos miran al cielo e intentan mantener la moral, con la vista puesta en la feria del 15 de agosto.

La producción de alpargata conoce un arranque de temporada estival complicado. En Maule, capital de esas sandalias de tela que de ser un calzado de uso común han evolucionado para convertirse, por diseño y precio, en un producto cada vez más ligado al verano, cuando no a las pasarelas de moda, se constata una pérdida de clientela que preocupa a los pocos artesanos que resisten al declive del sector.
Las ventas de alpargatas son escasas y están provocando verdaderos problemas económicos a las empresas. Consultado al respecto por Mediabask, Louis Labadot, alcalde de Maule, no duda en asegurar que «es la peor temporada en 30 años».
«El arranque de verano ha sido muy desfavorable desde el punto de vista meteorológico, pero el clima social es también difícil», reconoce, por su parte, Alex Lasserre, heredero de tres generaciones de la empresa Prodiso. «El contexto actual no es el más propicio para consumir», insiste.
En junio, las ventas no alcanzaron para pagar su sueldo, aunque, al tratarse de una empresa familiar, Lasserre se consuela al pensar que la situación para la fabricación industrial «es todavía bastante más grave». A estas alturas de la temporada turística estival, Lasserre estima la bajada de la facturación en un 40% con respecto al año pasado.
Tras dos temporadas turísticas excepcionales, en el contexto de salida de la pandemia, la sensación general que trasladan aquellos cuyos negocios dependen en gran medida de los visitantes es que este año «un poco en todas partes, incluso en Donibane Garazi», el número de turistas ha disminuido, «lo que hace que bajen las ventas y que el comercio sufra», resume Labadot. Ese contexto está perjudicando al sector de la alpargata, hasta el punto de que, siempre según las explicaciones del primer edil de Maule, «algunos trabajadores están en regulación de empleo y, aunque todavía no estemos en ese punto, el temor es que tras el paro temporal se produzcan situaciones más difíciles».
En 1978, 1.900 personas trabajaban todavía en la industria de las alpargatas en Maule.
Hasta la década de los años 30 del siglo pasado, mucha de la mano de obra que empleaba la manufactura del calzado de Zuberoa llegaba del otro lado de la muga, con mención especial a las «ainarak» (golondrinas), mujeres de los valles pirenaicos, como Erronkari, que se desplazaban a trabajar en factorías de alpargatas desde finales de otoño, para regresar a casa en primavera.
Actualmente solo quedan 150 empleados en esa otrora floreciente industria.
«Cinco o seis artesanos locales han tomado el relevo y pelean por mantener este sector con mucha imaginación y creatividad», elogia Labadot.
«Tenemos que seguir siendo optimistas», sostiene, por su parte, Alex Lasserre.
CORREDOR EN ALPARGATAS
Para apoyar la economía local, el municipio apuesta por la promoción y por trabajar ese nexo de imagen entre Maule y un producto con pasado, pero también a la búsqueda de un futuro.
Decidido a encontrar soluciones, Labadot se puso en contacto con Nicolas Duplaa, corredor que usa la alpargata como calzado de deporte, para proponerle ejercer de maestro de ceremonias en la apertura de las fiestas de Maule que, a causa de los Juegos Olímpicos de París, han debido cambiar de fecha. Arrancaron ayer, y se prolongarán hasta mañana.
«Necesitamos hablar mucho de la alpargata, aquí, en otros lugares y al más alto nivel posible», insiste el primer edil comunista.
Una cita clave es la fiesta de la alpargata, que se celebra el 15 de agosto, porque sirve a los artesanos locales para dar a conocer un producto emblemático que, al menos en parte, explica el desarrollo económico de la capital de Zuberoa.
Como la temporada estival está lejos de terminar, los últimos productores que se resisten a que la alpargata pierda pie, miran al cielo, con la esperanza de que agosto aporte buenas sorpresas.

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