EDITORIALA

Un pulso antidemocrático en contra de su propia ley

El Tribunal Supremo español se reafirmó ayer en su rebelión antidemocrática contra la Ley de Amnistía al rechazar los recursos de Carles Puigdemont y de otros acusados, a los que mantiene el delito de malversación en contra de la voluntad del poder legislativo estatal. No es una interpretación peculiar de la norma, es un golpe a la separación de poderes hecho con premeditación y alevosía. La escasa sorpresa que produce no es excusa para señalar y denunciar su gravedad.

La inquina de los tribunales españoles hacia toda disidencia, en especial si viene de Catalunya o Euskal Herria, da la medida de hasta qué punto las realidades y los movimientos de estos países cuestionan el proyecto autoritario del nacionalismo español. No importan los reveses que puedan llegar vía Estrasburgo o Luxemburgo, lo importante es que de puertas para adentro el mensaje quede claro: van a defender ese proyecto incluso en contra de sus propias leyes. Ese mensaje, junto a la represión, puede calar hondo en momentos de flaqueza. Precisamente, Catalunya celebra hoy su Diada Nacional en el momento de mayor fragmentación y alejamiento de las diversas familias independentistas. Una Assemblea Nacional Catalana (ANC) que carga con fiereza contra uno de los principales partidos soberanistas, ERC, difícilmente puede erigirse en el paraguas aglutinador que fue. Al mismo tiempo, es complicado que una Esquerra desangrada por la pugna interna pueda aportar a la reconstrucción del movimiento. Los aspirantes a dirigir el partido tras el congreso de otoño han de plantearse si les interesa heredar un erial.

Cuando se acusaba a Mariano Rajoy de no hacer nada ante la demanda democrática catalana, se acostumbraba a recordar el vaticinio de José María Aznar: «Antes que España, se romperá Cataluña». Rajoy siempre confió en el fin de la unidad soberanista. Hay margen para la enmienda, siempre lo hay, aunque para ello hay que acertar en el diagnóstico y en las decisiones. Mientras, no está de más recordar que fue desafiando el mantra de Aznar como el soberanismo catalán mantuvo su inspirador pulso con el Estado.