GARA
WASHINGTON
EL INFIERNO EN GAZA INCENDIA ORIENTE MEDIO

EEUU, señalado por su apoyo a Israel, aumenta la represión en los campus

Mientras el secretario general de la ONU se sumó a la petición para que Estados Unidos adopte una postura firme frente a Israel, Washington mantiene sin cambios este apoyo a la vez que intenta frenar la presión que pueda recibir en el propio país. Las autoridades universitarias han comenzado el curso con nuevas restricciones para evitar las protestas en los campus.

Palestinos entre los restos de una cada destruida en Nuseirat.
Palestinos entre los restos de una cada destruida en Nuseirat. (ZUMA | EUROPA PRESS)

Tras el ataque a una escuela que mató seis empleados de la Unrwa, el secretario general de la ONU, António Guterres, señaló ayer la responsabilidad de Estados Unidos al que instó «adoptar una postura más firme» hacia el Gobierno israelí con el fin de obligarle a acabar con la agresión contra Gaza. «Estamos presenciando impunidad y continuas violaciones de la Carta de Naciones Unidas y del derecho internacional», añadió.

El mismo día, el presidente de EEUU, Joe Biden, discutía la situación con el primer ministro británico, Keir Starmer, en la Casa Blanca y, según el medio “Politico”, le ha pedido que anule la suspensión de una treintena de licencias de exportación de armas a Israel.

Ni los evidentes crímenes israelíes ni la presión de organizaciones internacionales cambian la postura de Washington de apoyo total a Israel. La muerte de la activista turco-estadounidense Aysenur Ezgi Eygi por el disparo de un francotirador israelí puso en evidencia este apoyo. Biden evitó molestar a Israel pidiendo una investigación y calificando, al mismo tiempo, esa muerte como «un trágico error».

Ahora, las autoridades estadounidenses intentan frenar uno de los movimientos que más incomoda a Israel, las protestas universitarias que la pasada primavera fueron extendiendo un cambio en la sociedad estadounidense.

Se levantaron campamentos en más de 130 campus y se organizaron actividades durante semanas y meses para exigir, además del cese el fuego, que sus centros rompieran cualquier colaboración con el Ejército el Estado o universidades israelíes.

Algunos consiguieron acuerdos de desinversión o para seleccionar las inversiones, pero en muchos casos las facultades los ignoraron cuando no les impusieron sanciones que empiezan a materializarse con el nuevo curso.

Durante el verano, las protestas se calmaron y los estudiantes regresaron a casa. Ahora vuelven las movilizaciones con el nuevo curso. Estudiantes de la Universidad de Harvard llevaron a cabo ayer una concentración silenciosa para denunciar la complicidad de la Ivy League (liga deportiva universitaria) en el genocidio en Gaza y la persecución del activismo propalestino en el campus. Si ya en primavera unos 3.100 estudiantes fueron arrestados en todo el país, ahora se han encontrado con restricciones más duras y mayores medidas de control. Según el medio “Mother Jones”, entre mayo y agosto, al menos 20 colegios y universidades, con más de 50 campus, han endurecido las reglas que rigen las protestas en sus centros.

Han prohibido acampar en sus terrenos, han limitado las horas de cualquier acción o el número de participantes, además de exigir un registro previo para limitar toda «actividad expresiva».

El célebre MIT Massachusetts Institute of Technology ha prohibido las acampadas y ha limitado quién puede organizar manifestaciones. La Universidad de Virgina limita las acampadas que sean autorizadas a solo 18 horas.

La Universidad de Wisconsin prohíbe las actividades a menos de siete metros de los edificios universitarios. La de Connecticut ha prohibido que los estudiantes utilicen sonido amplificado por altavoces o megáfonos e incluso que usen algunos instrumentos musicales en espacios públicos.

Risa Lieberwitz, profesora de derecho laboral y asesora general de la Asociación Estadounidense de Profesores Universitarios, indica que muchas universidades ya tenían políticas que limitaban la libertad de expresión, pero, a su juicio, las de este año son diferentes, y las define como «un resurgimiento de la represión en los campus que no hemos visto desde fines de la década de 1960». Le preocupan en particular que se exija a los organizadores que registren las protestas bajo sus propios nombres, por «el efecto paralizante de este mecanismo de vigilancia».