«El llanto»: La violencia patriarcal y su estructura omnipresente

Ya adelantó el director de Zinemaldia, José Luis Rebordinos, en la entrevista publicada en NAIZ y GARA el día que comenzaba el certamen que esta presente edición contaría con películas de género. Ya lo vimos, por ejemplo, con el musical “The End”, y ayer volvimos a comprobarlo con la nueva y primera propuesta de Pedro Martín-Calero. “El llanto” se presenta como una película de terror, que a priori podría ser una cinta más al uso, con una perspectiva costumbrista. Pero nada más lejos de la realidad. “El llanto” es pura tensión, una tensión psicológica que planea sobre las diferentes violencias que ejerce el patriarcado sobre las mujeres. Con un guion muy original escrito a cuatro manos entre el director e Isabel Peña, el patriarcado se viste de hombre misterioso para asaltar a mujeres de diferentes generaciones y que viven en lugares distintos. Tanto es así, que la destreza de ambos guionistas consigue estructurar una historia en la que se refleja cómo la violencia patriarcal ha sido -y sigue siendo- continua y que traspasa fronteras.
«Se apuesta mucho por la cámara. La película contiene una tensión que se va acumulando, y en eso la atmósfera de la cámara tiene mucho peso. Hay muchos momentos donde la actriz está con el móvil, algo muy cotidiano hoy en día, pero la cámara capta esa tensión. Queríamos una luz muy realista, cruda a veces, para que ese mundo fuese muy real», dijo Martín-Calero en rueda de prensa.
La historia se traslada a diferentes épocas, desde el pasado a la actualidad, y vuelta al pasado de nuevo, y con una esencia capitular literaria que facilita que la narración transcurra en Madrid y en La Plata, Argentina.
Tres mujeres -interpretadas por Ester Expósito, Mathilde Ollivier y Malena Villa- simbolizan a todas las mujeres que sufren esa violencia, en este caso por parte de un hombre misterioso que habita en un rascacielos que se erige en cualquier sitio donde habitan estas personas. Es la estructura todopoderosa y omnipresente del patriarcado. «Hay algo en este dolor para que sea capaz de viajar en el tiempo y en el espacio, y de cruzar un océano, con un gran don de la ubicuidad. Es algo que está escondido, pero al mismo tiempo es el motor. Era la forma que encontramos de poner esas reglas al dolor», señaló Peña por su parte.
Y es que la película trata también la credibilidad que se les da a las víctimas. «Es algo común en las películas de terror, el no creer a la víctima, y nos dimos cuenta de que es lo que pasa absolutamente todos los días. Se nos erizaba la piel, y queríamos recoger eso para contarlo», afirmó.
Preguntada por la presencia de las mujeres en el mundo del cine, y concretamente en el de los guionistas, Peña señaló que «muchas de nosotras hemos ocupado un espacio de forma anónima, invisible (o no pagada, por decirlo de alguna manera), y creo que lo estamos ocupando. Es natural, es justo y es la dirección a seguir».

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