Raimundo FITERO
DE REOJO

Felicidad sin mordaza

Existe un país en las faldas del Himalaya que se llama Bután, y su primer ministro es Tshering Tobgay, quien asegura en Nueva York que la razón última que debe buscar el crecimiento económico tiene que ser la felicidad. Y es que en ese país de apenas ochocientos mil habitantes tienen un Índice Nacional de Felicidad Bruta que el mandatario butanés considera que es más importante que el PIB, Producto Interior Bruto, ese instrumento de medición de las economías occidentales.

No se me ocurre cómo se puede medir con precisión la felicidad de todo un pueblo a través de una encuesta bienal que mezcla cosas tangibles con otras subjetivas. Sabemos que en otras latitudes se han instaurado ministerios con esta nominación, incluso alguna constitución elevó el concepto a rango primigenio, pero ahora la felicidad es un modelo de ensoñación propagandística y publicitaria que casi siempre se añade como señuelo instrumental para la venta de productos de consumo masivo o exclusivo.

Una sociedad amordazada, ¿puede ser feliz? Que sea noticia que, al parecer, se ha llegado a un acuerdo propiciado por EH Bildu, para rebajar algo las barbaridades contenidas en la ley mordaza del PP que limitan libertades y dan una capacidad probatoria a la Policía fuera de lo razonable, es un síntoma bastante elocuente de una situación democráticamente anómala. Los titulares dicen que se irá moderando el uso de pelotas de goma en las cargas policiales y que no habrá entregas en caliente en las fronteras. Esperamos su entera derogación para intentar ser un poco más felices en plena libertad.