Ando buscando adjetivos, adverbios y hasta necesito rescatar verbos para no ahogarme en esta tormenta perfecta que se ha convertido en la oportunidad más incuestionable para convencernos de la auténtica desorientación en la que vive la sociedad, algunos grupos políticos, algunos medios de comunicación de confesión derechista, sin más guía que el crear un caos trumpista incluso frente a una cifra provisional de decenas de muertos que aumentará de manera irremediable conforme se van levantando las trampas creadas por la naturaleza.

Todo ello en confrontación directa con lo que la ciudadanía, los cargos electos en municipios y comunidades autonómicas, los resortes profesionales institucionales de todos los niveles y la decisión solidaria de algunos voluntarios han demostrado de manera fehaciente desde la tarde del martes. Hay que asumir las circunstancias, los errores, se tendrán que revisar todos los protocolos, estudiar nuevas maneras de planificar urbanísticamente pueblos y ciudades, recordar que las rieras, vaguadas, ramblas, ríos secados esperan el agua perdida para empoderarse.

No podemos adjuntar otra cosa que un archivo vacío porque todo lo que hoy decimos, lo dijimos hace dos, diez, treinta años. Lo que parece obvio es que estos fenómenos son cada vez más virulentos y cercanos en el tiempo. Y que las prevenciones, pronósticos, advertencias y avisos a la ciudadanía se deben volver a pensar en forma, fondo y tiempo para buscar mayor eficacia. Mientras tanto, seguimos obnubilados, pegados al relato en directo con la capacidad crítica alterada.