Amaia U. LASAGABASTER
ATHLETIC

Esquinazo a la derrota en el descuento

Un remate espectacular de Guruzeta en el 94 neutralizó la ventaja del Valladolid, que se había adelantado poco antes con un cabezazo de Moro. El Athletic volvió a acusar la resaca europea pese a los numerosos cambios y enlaza su tercer empate liguero.

Los delanteros rojiblancos tuvieron muchos problemas para abrirse hueco entre los zagueros vallisoletanos.
Los delanteros rojiblancos tuvieron muchos problemas para abrirse hueco entre los zagueros vallisoletanos. (LOF)

Desesperación, disgusto, alivio. Fueron las tres fases del empate que consiguió el Athletic en el José Zorrilla, donde primero se estrelló con un Valladolid cerradísimo en torno a su portero, después se vio derrotado con el gol de Raúl Moro a diez minutos del final y, en los últimos instantes del descuento, acabó respirando con el punto que rescató Guruzeta con un remate espectacular. Mal menor para los roji-blancos, que no encuentran el antídoto para la resaca europea y que empatan por tercera jornada consecutiva.

Apenas habían tenido tiempo de pasar por casa a cambiar de maleta, así que la media docena de cambios que introdujo Ernesto Valverde en la alineación -solo repitieron del jueves Agirrezabala, Paredes, Prados, Nico Williams y Berenguer, actuando ayer este último en punta- pareció hasta corto. Sobre todo después de que la pelota echara a rodar porque al Athletic se le vio sin chispa, sin fuerzas, sin ideas para superar a un Valladolid que tenía muy claro su primer objetivo, proteger a Hein. Pablo Pezzolano rediseñó el equipo, plantando una defensa de cinco, con cuatro jugadores por delante y Sylla peleándose con el mundo arriba. Y le salió fenomenal, al menos en los primeros 93 minutos. Entre el círculo central y el área blanquivioleta no cabía un alfiler y los vizcainos no fueron capaces de ensanchar huecos, así que el primer tiempo se consumió sin ocasiones -apenas una dejada de Berenguer que Nico Williams no pudo aprovechar y un centro de este último al que no llegó el propio Berenguer-, con Unai Gómez desaparecido y Nico Serrano diluido.

En realidad fue peor porque aunque escasas, al otro lado del campo sí hubo acciones como para preocuparse, casi siempre con Raúl Moro como protagonista. Y la cosa podía haberse complicado aún más si Cordero Vega no hubiese recibido una llamada de la sala VOR tras mostrarle la roja directa a Prados a seis minutos del descanso por una entrada por detrás a Moro. Tras revisarla, el colegiado redujo la roja a amarilla.

Volvió el Athletic de vestuarios con triple cambio. Se quedaban en la caseta los dos mediocentros, ambos con tarjeta, y Unai Gómez, dando entrada a Galarreta, Vesga y Djaló, que se colocó en punta por delante de Berenguer. Exceptuando por los balones al área del eibartarra, que asistió el tanto de Guruzeta, no se notó demasiado. El Valladolid siguió escoltando bien a su portero, que apenas tuvo que tocar balones, y también haciendo daño cuando se estiró. Algo más se notó la entrada posterior de Guruzeta por Berenguer, que se marchaba con dolor en un costado. Necesitaba el equipo un rematador para intentar hacer daño con un fútbol directo y nadie más indicado que el guipuzcoano, recuperado de sus problemas físicos, que probó un par de veces y acabó acertando.

Para entonces el equipo ya jugaba a la desesperada, después de que el Valladolid se adelantara en el marcador. Raúl Moro, que lastimó por la derecha en el primer tiempo y por la izquierda tras los cambios, también lo hizo cuando se puso el traje de delantero centro. En el 79 se colocaba en el corazón del área para cabecear un balón imparable a centro de Iván Sánchez, en una acción en la que al Athletic le faltó contundencia defensiva.

Al menos sí tuvo capacidad de respuesta. Con el noventa recién cumplido ensayaban Galarreta y Guruzeta con asistencia-remate que acabaron en las manos de Hein y en el 94 acertaban para rescatar un punto, con una falta que el centrocampista colocó en el área y su compañero convirtió en el 1-1 con un sensacional remate de espaldas ante el que Hein no estuvo fino.