Deprisa y despacio
Debería hacerse una campaña pública para explicar a la ciudadanía lo que significan deprisa y despacio. Las razones por las que las mismas instancias actúan con una celeridad mágica o una lentitud degradante dependiendo de unas circunstancias que empiezan a ser sospechosas de estar dictadas desde algunos focos irradiadores de un poder partidista asfixiante.
Parece existir un consenso entreguista por el que se admite la lentitud capciosa de la burocracia administrativa. Se llega a entrar en un proceso alienante de comprensión de que no se tarde igual de ida que de vuelta en asuntos relacionados con los pagos con instancias diversas de las administraciones. Si tienes que pagar, es urgente. Si tienes que cobrar, espera, toma grande dosis de paciencia.
Con la justicia sucede lo mismo. Hay procesos interminables y considerandos urgentes. Si se miran con lupa todas las resoluciones judiciales, todo aquello que tenga que ver con la extrema derecha bicéfala es tratado con una lentitud pasmosa si se trata de resolver en su contra, pero si es algo que pueda actuar como catalizador de demagogias parlamentarias de desgaste al Gobierno, ahí está presta la brigada togada. Los fallos de los tribunales están sometidos a dos, tres o cinco velocidades, además de a tendencias injustificables.
Pero si algo en estos días se puede entender como una ejecución de lo conveniente al ritmo adecuado a los intereses de una parte, es decir, muy deprisa, es detener inmediatamente a un uzbeko como supuesto ejecutor del atentado al teniente general ruso. Una acción de guerra.

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