EDITORIALA

Pese a vivir momentos divergentes, los ejes de país y ciudadanía deben regir en EH Bildu y PNV

Los procesos congresuales de EH Bildu, que concluyó el suyo ayer en Iruñea con la aprobación de línea y dirección, y el del PNV, que abre la segunda vuelta para elegir a su dirección una vez aclarado que será Aitor Esteban quien lidere el EBB y que las familias jeltzales han concertado una transición, muestran el diferente momento que viven las dos principales fuerzas vascas.

Por un lado, los soberanistas de izquierda disfrutan de un momento dulce, con una tendencia general al alza, siendo una potencia municipalista con un plantel impecable de cargos y con influencia en otros gobiernos. Se ha implantado y avanza en todos los territorios. Han logrado un legado coherente y una transición tranquila. Tienen preocupaciones lógicas sobre alianzas y estrategias, e incluso algunas de carácter civilizatorio. En general, el mundo anda mal, pero EH Bildu parece acertar. Su mensaje cala, sus representantes convencen y ejercen, su base se renueva y amplía, sus perspectivas son positivas. Arnaldo Otegi sigue marcando una diferencia en cuanto a nivel político y compromiso, pero no está solo.

La situación del PNV es la opuesta. Vive una crisis a la que no encuentra causa aparente. Retiene un gran poder pero sufre un terrible desgaste. No vincula a sus militantes ni atrae a otras generaciones y se está acantonando en Bizkaia. Su estructura reproduce una atmósfera de enfado y desconfianza que traslada a todos sus actos. Depende demasiado de la suerte de otros, tanto aliados como adversarios.

SI NI RENUEVA NI ALTERA LA LÍNEA, ¿SOLO SUPLANTA?

El último episodio de esta crisis, la agria disputa por el poder que se ha dirimido con la renuncia de Andoni Ortuzar, refleja un partido dividido y desnortado. Que públicamente todos los dirigentes acepten ese riesgo de división, que en sus misivas no acierten a disimular sus egos heridos, que vuelvan a hacer un pacto entre territorios y familias que reproduce el mismo equilibrio que en el ciclo anterior les ha minado, que apelen a la participación cuando está visto que es su aspecto más débil… demuestra que el PNV está peor de lo esperado.

En las mismas brasas de las que escapó Unai Rementeria, con las que calcinaron a Itxaso Atutxa y en las que Iñigo Iturrate ha cocinado, se ha calentado Aitor Esteban y se ha cocido Andoni Ortuzar. Traición es mucho decir, quizás, pero ajuste de cuentas puede que sea más certero. Lo que es seguro es que dejará heridas. La historia contemporánea del PNV es como un flysch de agravios, intrigas y puñaladas. Tiene mérito que sea visto como ejemplo de estabilidad.

ESCENARIOS Y PERSPECTIVAS

Hasta ahora, el perfil de Aitor Esteban respondía mejor a la hipótesis de un regreso del PP a Moncloa en un escenario de rearme del centro-derecha, dejando de lado a la ultraderecha y pivotando en los conservadores catalanes y vascos. Además de un giro improbable del PP, tendría que alcanzar la caprichosa aritmética. Tampoco se lo ponen fácil en Madrid ni en Barcelona. Claro que más difícil parece que PNV y PSE pacten con el PP en Gipuzkoa, y lo acaban de hacer.

No obstante, hay escenarios tanto o más probables: la continuidad de la frágil alianza con el PSOE; nunca hay que desechar la debacle de este Gobierno y sus efectos en el PSE y el PSN; y siempre está la opción una derecha ultra en el poder, sin complejos ni necesidades. Hay que prepararse para todo ello.

En todo caso, los ejes de los partidos abertzales deberían ser la nación, sus territorios, sus instituciones y su ciudadanía. Cumplir con su voluntad democrática e impulsar sus ambiciones. Tanto PNV como EH Bildu deben poner ahí todo su talento y sus energías, porque es en ese marco en el que se puede revertir la decadencia y abrir una fase política más fructífera.