En todos los niveles
La duda es si es posible mesurar los niveles de todo aquello que no se puede pesar ni medir. La felicidad, la incertidumbre, la confianza, el miedo, el odio, la seguridad, ¿cómo medimos sus niveles de una manera aceptable, reconocible y consensuada? Imposible. Parece que se trata de sensaciones o de influencias extrasensoriales. Aunque, si escuchamos o leemos a los actuales palmeros de la situación mundial, existe una manera irrefutable de entender estos fenómenos a base de encuestas o mirando las bolsas internacionales, que son las que descuentan previsiones, futuros, adelantan reacciones, provocan caídas y alzas y sus ejecutores ni sienten ni padecen.
En todos los niveles de influencia, de responsabilidad, la certidumbre forma parte del sustrato primigenio. O la confianza o la ilusión sobre un proyecto, el encantamiento por una propuesta que anuncie que puede existir algo nuevo, diferente, que nos ilumine. Pero ahora, desde que uno abre el ojillo por la mañana y pone la radio hasta que decide cerrar el televisor del entretenimiento cualificado por la noche, lo que recibe es el eco de unos tambores de guerra que empiezan a ser crónicos. Desde el lenguaje a lo concreto. Ahora el matiz está en decir que se van a gastar miles de millones de euros en un rearme, pero no para defensa, sino para seguridad. ¿Y qué?
Pues los agentes de ventas nos meten miedo de manera directa y exagerada porque aseguran que Rusia estará en 5 años con capacidad militar para enfrentarse a la OTAN. Por eso hay que gastar más en armamento. Volvemos a la vieja alarma: ¡que vienen los rusos!

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