Gaiane YENOKIAN (EREVÁN)

«Paz» entre Armenia-Azerbaiyán: ceder hasta desaparecer del mapa

Mientras varios países alrededor del mundo felicitan a Armenia y Azerbaiyán por llevar a cabo conversaciones de paz tras décadas de sangriento conflicto, Bakú sigue imponiendo condiciones previas a la firma del documento. Nada invita al optimismo en este proceso.

Bajo estas líneas, miles de desplazados de Nagorno Karabaj en la plaza de la Libertad de Ereván, el 29 de marzo, pidiendo medidas urgentes para hacer frente a su situación.
Bajo estas líneas, miles de desplazados de Nagorno Karabaj en la plaza de la Libertad de Ereván, el 29 de marzo, pidiendo medidas urgentes para hacer frente a su situación. (Gaiane YENOKIAN)

Atrapados en un conflicto que se remonta a tiempos de la Unión Soviética, Armenia y Azerbaiyán abordaron un proceso de paz en 2021. El detonante fue la aplastante victoria militar de Bakú en la guerra de 2020 sobre Nagorno Karabaj.

Tras la pérdida del enclave, la ausencia de una demarcación formal de la frontera entre Armenia y Azerbaiyán seguía provocando enfrentamientos periódicos. A día de hoy, Bakú ocupa posiciones estratégicas dentro del territorio soberano de Armenia (son cerca de 200 kilómetros cuadrados a día de hoy). La situación volvió a escalar hasta un punto crítico en setiembre de 2023, cuando las fuerzas azeríes lanzaron una nueva ofensiva a gran escala sobre Karabaj. Toda la población fue desplazada forzosamente de la región. A pesar de la tragedia, el Gobierno de Armenia reiteró su compromiso con las negociaciones de paz. Se presentaron propuestas para el futuro acuerdo y se recibieron contrapropuestas de Azerbaiyán. Uno de los principios fundamentales del texto es la ausencia de reclamaciones territoriales.

Fue a principios de 2025 cuando se informó de que ambas partes habían acordado todos los puntos clave del tratado de paz, excepto dos: la retirada de las reclamaciones legales en tribunales internacionales y el despliegue de fuerzas de terceros a lo largo de la frontera. Este último punto implicaría principalmente la suspensión de la misión de monitoreo de la Unión Europea (UE) en Armenia. La retirada de las reclamaciones legales significa que las acusaciones bien documentadas de Armenia sobre crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad durante el bloqueo de nueve meses de Nagorno-Karabaj y limpieza étnica sean descartadas. Mientras tanto, las contrademandas de Azerbaiyán contra Armenia carecen de un sólido respaldo fáctico.

El 13 de marzo de 2025, Bakú informó de que Armenia y Azerbaiyán habían completado las negociaciones sobre el texto del acuerdo de paz, ya que Ereván aceptó las propuestas de la parte azerbaiyana sobre los últimos dos puntos. Esto fue rápidamente confirmado por la parte armenia tras la sugerencia del primer ministro, Nikol Pashinyan, de comenzar consultas conjuntas sobre la firma del proyecto de acuerdo de paz acordado.

NUEVAS CONDICIONES

Sin embargo, Azerbaiyán comenzó a reiterar otras condiciones previas para la firma del texto ya acordado, incluidas demandas como cambiar la Constitución de Armenia, disolver el Grupo de Minsk de la OSCE o establecer un corredor a través de la región armenia de Syunik, entre otras exigencias. «El nivel de confianza en Armenia está cerca de cero» o «el fascismo armenio es el pináculo del fascismo» son dos de las varias declaraciones recientes de Ilham Aliyev, presidente azerí. A esas se añaden los continuos informes en los medios estatales azerbaiyanos sobre presuntas «provocaciones» armenias a lo largo de la frontera. No obstante, había pruebas elocuentes de disparos periódicos desde el lado azerí hacia aldeas fronterizas armenias.

A diferencia de Azerbaiyán, Armenia se ha abstenido de establecer condiciones previas. Ereván ni siquiera ha pedido la retirada de las tropas azeríes de los territorios ocupados en suelo armenio o la liberación de prisioneros de guerra y rehenes armenios retenidos en Bakú. El texto completo del acuerdo sigue sin publicarse, solo con fragmentos revelados a través de declaraciones oficiales. Bajo las constantes amenazas de Azerbaiyán, muchos en Armenia encuentran difícil creer en la perspectiva de una paz real. Asimismo, las repetidas concesiones del Gobierno se empiezan a ver como otra capitulación.

SOBERANÍA CUESTIONADA

El problema de Azerbaiyán con la Constitución actual de Armenia radica principalmente en su primer artículo, que hace referencia a la Declaración de Independencia de la República de Armenia. Se menciona la reunificación de Armenia y Nagorno-Karabaj, y el compromiso con el reconocimiento internacional del genocidio armenio.

El primer ministro de Armenia responde a la demanda de Azerbaiyán enfatizando que el texto acordado incluye una cláusula que afirma la supremacía del tratado sobre las leyes locales, señalando, además, que la Constitución de Azerbaiyán presenta reclamaciones territoriales contra Armenia. A pesar de este argumento indudablemente válido, Pashinyan sigue abogando por la adopción de una nueva Carta Magna armenia.

Un movimiento como ese necesita de un referéndum, pero los últimos resultados electorales sumados a la caída en los índices de aprobación de Pashinyan tras la tragedia de Nagorno-Karabaj en 2023 apuntan a que un resultado favorable es poco probable. El borrador de la Constitución sobre el que trabaja su equipo aún no está finalizado. Basándose en declaraciones públicas del partido gobernante, es razonable suponer que, para aprobarla, se espera que los armenios pasen por alto la pérdida de Nagorno-Karabaj y el antiguo patrimonio armenio allí, y que hagan la vista gorda al recuerdo del genocidio armenio. Quién esté dispuesto a pagar semejante precio por una paz sostenible en la región ha de recordar que Bakú tiene una extensa lista de otras demandas cuyo cumplimiento sería incompatible con la existencia soberana de la República de Armenia.

Desde la firma del acuerdo del 9 de noviembre de 2020 que cerró en falso la guerra de Nagorno Karabaj, numerosas protestas han estallado en Armenia contra las políticas de Pashinyan. Solo ha sido la falta de un liderazgo sólido la que ha impedido que tuvieran recorrido. Muchas figuras de la oposición están vinculadas a Ejecutivos anteriores que, si bien han sido acusados de graves delitos de corrupción, permanecen libres, lo que alimenta la narrativa de Pashinyan de una elección entre él y el pasado.

Sin embargo, Pashinyan pierde terreno. En las elecciones locales del 30 de marzo, su partido no logró obtener la mayoría en Gyumri -la segunda ciudad más grande de Armenia-, mientras que las fuerzas de oposición obtuvieron suficientes escaños para elegir a un alcalde antigubernamental. Este revés hace que el Gobierno de Pashinyan esté aún más desesperado por asegurar cualquier documento firmado con Aliyev, uno que puedan etiquetar como «de paz» para apaciguar a su electorado. Mientras tanto, Azerbaiyán vislumbra el cada vez más incierto futuro político de Pashinyan y presiona para conseguir el máximo de concesiones mientras aún pueda.

En un esfuerzo por impulsar la nueva Constitución y consolidar su poder de cara a las elecciones parlamentarias de 2026, Pashinyan podría combinar el referéndum constitucional con las elecciones, intentando convencer a la ciudadanía de que la única alternativa tanto a él como a la adopción de la nueva Carta Magna es otra guerra con Azerbaiyán. En este sentido, es difícil albergar dudas. Sin embargo, una cosa está clara: la política de concesiones no traerá una paz duradera, sino que dejará a Armenia en una posición aún más débil ante el próximo ataque de Azerbaiyán.

CALLEJÓN SIN SALIDA

¿Qué opciones tienen los armenios? ¿Una muerte lenta de la estatalidad al seguir cumpliendo con las interminables demandas de Azerbaiyán? ¿Prepararse para una guerra en un intento de evitarlo? La única forma de asegurar la paz en la región es restableciendo un equilibrio de poder. Ningún acuerdo por sí solo puede disuadir a Bakú de atacar si percibe una oportunidad real, impulsada tanto por los cambios globales como por las vulnerabilidades de Armenia. El alto el fuego del 9 de noviembre de 2020 es un recordatorio contundente: resultó insignificante cuando Azerbaiyán bloqueó a 120.000 personas en Nagorno-Karabaj o atacó aldeas armenias indefensas.

El hecho de que los regímenes autoritarios, como el de Azerbaiyán, dependan en gran medida de la noción de un enemigo externo para mantener su estabilidad política tampoco debe pasarse por alto. Para evitar una escalada y avanzar hacia una paz duradera, las potencias mundiales -especialmente Estados Unidos y Europa- deben demostrar un compromiso real.

En última instancia, la paz requiere tanto disuasión externa como resiliencia interna. El liderazgo de Armenia no ha logrado manejar las crisis militares desde 2020 y parece poco probable que esta racha de derrotas se revierta sin un cambio serio en la gobernanza. Mientras tanto, la comunidad internacional debe enviar un mensaje claro a Bakú de que cualquier agresión futura tendrá serias consecuencias y no quedará impune, como ocurrió en el caso de Nagorno-Karabaj. Solo a través de estos esfuerzos combinados se podrán frenar las ambiciones expansionistas de Aliyev, en lugar de verse agravadas por cada concesión sucesiva de la República de Armenia.