A ojo de buen cubero
Muchas de las apreciaciones que se lanzan en forma de lluvia de datos, como las aproximaciones a las cuentas oficiales, el número de manifestantes o de relaciones sexuales que se cuentan en animadas reuniones reservadas a círculos amistosos privilegiados, sufren de una manera bastante reincidente de una mistificación, porque, al igual que algunos resultados demoscópicos, se realizan siguiendo el método del ojo del buen cubero, es decir, sin una metodología o medida comprobable que dote a lo que se otorga un valor incuestionable.
Si se trata de saber el número de personas que viven en algún lugar, ¿cómo se hace esa cuenta y que fiabilidad debe tener? El censo es una de las tareas de los institutos de estadística más difícil de homologar y de llegar a un porcentaje de fiabilidad suficiente para desarrollar los programas sociales. Un estudio nos revela que una de cada tres personas de África, no han sido contadas, y que existen ciertas zonas en las que se aventura que este desvío es del cuarenta y cinco por ciento de sus poblaciones totales. Por lo tanto, los censos son muy frágiles, las autoridades no pueden determinar de manera exacta la forma de repartir los recursos básicos, ni administrar desde la objetividad la sanidad o la educación, por lo que se entiende que estamos ante uno de los hechos más remediables con las herramientas disponibles en algunas partes del mundo para procurar una vida bastante mejor a las poblaciones africanas si se lograra ajustar la realidad del número de habitantes y la manera de mantener al día esos datos sin resquicio para la duda.

«Sartutako zuhaitzek milaka urte iraun dezakeen basoa sortu dezakete»

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