Un nuevo cómic global nos hace preguntar, ¿dónde está Trump? Y la pregunta abarca lo tangencial, lo físico y lo sobrenatural. Está de gira por el golfo pérsico, recibe regalos de jeques de aviones que valen más de cuatro millones, prepara reuniones a las que acudirá si es preciso para firmar una paz de viñeta trasnochada, rebaja aranceles con China, pide la reapertura de la muy peliculera prisión de Alcatraz para los reos más peligrosos y consagra a mediocres con una actitud mesiánica y todavía no se ha despeinado.

Mientras hace todo ese despliegue de actividad, al ritmo de las corcheas borrachas, el mundo va acumulando motivos para la implosión, el catarro primaveral o el empacho de tanta amenaza propagandística que ya no rellena ni los telediarios más decantados hacia la derecha. Porque en muchos lugares de la diplomacia reversible, en las cancillerías de turno partido, están buscando la guía secreta que, aunque sea masticable o se disuelva en bilis, ayude a saber dónde va a estar esta semana Donald Trump.

Porque tampoco sabemos a ciencia cierta dónde estuvo Feijóo el famoso día de la tragedia en València, ni siquiera dónde estará a primeros de julio, que dice que va a preparar un cónclave del PP y si sale llevará el nombre de No Fui Presidente Porque No Quise I, y aunque su infantería más cutre, con Inda a la cabeza, le intente allanar la travesía de su desierto de ideas, nada está escrito en ninguna estrella sobre su futuro inmediato. Yo juraría que en el Ventorro está parte de su futuro. Y quizás de su pasado secreto. Y por allí están Camps y Zaplana. Menudo reparto.