Adaptaciones
Si suena una música de fondo de inspiración chopiniana, el vestuario nos informa de una época difusa e indefinida, los textos suenan a recalentados en un microondas sintáctico con un aderezo que deja la rima en prima y el verso en rudimentaria prosa deslavazada, los intérpretes no ponen bien el acento, la prosodia va de la rutina a la jauría emocional, si además de todo eso anuncian que se trata de la adaptación de un clásico que esté en boga, o sea una percha que siempre ha sustentado la atención de los programadores menos exigentes, es que te están timando, amiga espectadora.
Al alcance de depredadores de derechos de autor han entrado Lorca y Valle, lo que hace que asistamos a tantos actos de apropiación indebida, de utilizar el nombre de grandes autores en vano, que empieza a convertirse en un epidemia que se debe controlar de manera mundial, al igual, y esto es parte de otra deficiencia estructural, la cantidad de adaptaciones novelas de autoras o autores que su relación con el arte escénico es inexistente, con narraciones que se fuerzan para entrar con calzador en el rubro de teatro pero que aprovechando que cumplirían cien años, o cualquier otra cifra redonda, ocupan las carteleras de una manera exagerada y hasta sospechosa. Y, de manera especial, en teatros institucionales, donde deberían existir políticas de promoción de las dramaturgas y dramaturgos que por su calidad deberían estar sobre los escenarios.

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