XOLE ARAMENDI
GASTEIZ

Abel Azcona culmina su relato biográfico performativo en Gasteiz

Abel Azcona protagoniza en Montehermoso de Gasteiz un ambicioso proyecto expositivo, el mayor hasta la fecha, con 500 piezas, mediante el cual culmina su relato biográfico. El público vasco conoce ya parte de sus -duras y amargas- vivencias. El arte le ha servido para sanar heridas. El abuso, el abandono, el maltrato, la violencia sistémica familiar, son el hilo aglutinador de la obra dedicada a la familia.

Una de las obras expuestas en Montehermoso.
Una de las obras expuestas en Montehermoso. (Jaizki FONTANEDA | FOKU)

 

Su propia trayectoria vital es el eje sobre el que pivota la creación artística de Abel Azcona. Nacido en 1988 en Madrid, su madre, mujer politoxicómana y prostituida, le abandonó. Le reclamó como hijo, aunque no lo fuese en realidad, la pareja de su madre, también politoxicómano, con quien se fue a Iruñea. Sus primeros años de vida están ligados al maltrato y a los abusos, en el seno de una familia del Opus Dei, tras su posterior adopción.

En la exposición “Monumento a la familia”, el visitante puede hacer un recorrido a través del conjunto de su obra. Comisariada por Daniel Castillejo, exdirector de Artium, la exposición continúa en la sala Jovellanos, donde ha reunido el Archivo Azcona. «Son documentos y piezas pequeñas que han activado la obra principal», explica.

Azcona ajusta las cuentas con su pasado para poder mirar al futuro. Tienen especial protagonismo sus padres biológicos. El proyecto “Volver al padre” estaba dedicado a su progenitor. Ahora es el turno de la madre.

El artista va más allá. El proyecto se extiende a otros miembros de su familia. Cada una de estas personas se simboliza por medio de una peana. «Es una especie de monumentalismo de peanas y detrás está el encuentro con cada familiar», señala.

Su creación más reciente está unida, como no podía ser de otra manera, a su madre biológica, Isabel Gómez Aranda, a la que ha conocido hace varios meses. «Por fin», reconoce Azcona. Ha podido darle la mano y abrazarla.

Es el culmen del largo proceso vivido por el artista. Hay una sala dedicada a la madre presente. El visitante puede escuchar su testimonio en primera persona. En la pieza titulada “Exégesis” se puede leer su relato manuscrito. En la muestra destaca la performance que realizó en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Es la plasmación artística del primer encuentro real que compartieron. Le pedimos que nos relate ese encuentro de ambos frente a frente. «Nos conocimos el pasado 1 de abril, fecha en la que nací y ella me abandonó en una clínica de Madrid, vinculada a las monjas carmelitas. Ese día quedo con ella en Madrid y lo grabamos. Estuvimos durante una hora agarrados de la mano y eso se ve en la obra», cuenta. «Mi madre contactó conmigo justo antes de la exposición que presenté en 2023. Hice una performance sobre la prueba de ADN, que se puede ver en la sala de Montehermoso. El resultado fue positivo en un 99,9%. A partir de ahí yo decido con ella realizar otras piezas. Hemos pasado año y medio haciendo la pieza ‘Pasos hacia mi madre’. Los interesados pueden encontrarla en mi págia web (https://abelazcona.art/) y también se expone en Vitoria. Vas viendo cómo ella se va acercando a mí y yo a ella», señala.

HOSPITALIZADA

«Ella utilizaba un nombre distinto al que figuraba en los papeles. Vivía en Cádiz, donde se drogaba y prostituía. Tuvo un ictus y salió de todo. Tras eso estuvo cuatro años y medio en coma en un hospital de Málaga, donde la ingresaron tras el ictus. Está enferma de sida», continúa. Su madre contactó con Azcona por redes sociales. «Ella contacta por Facebook con Manuel Lebrijo, que abusó de nosotros dos. Él le da mi nombre y es cuando me escribe», explica.

Es una muestra que ha ido viajando por diferentes museos. Para esta ocasión ha incluido nuevas piezas tras los últimos acontecimientos familiares. «Me gusta mucho la pieza de la Maternidad de Montesa, donde yo nací. Mi madre defendió mi derecho a no nacer y tuvo tres intentos de aborto. Son el mayor acto de amor que yo he tenido en mi vida. Yo realicé una placa sobre mi derecho a no nacer y la coloqué en la Maternidad. Está allí», cuenta. «Otra de las creaciones está unida al reloj que sustraje allí, mientras que otra obra hace alusión a las camas en las que me prostituí o consumía heroína en un ejercicio de empatía con mi madre...», ahonda.

¿El arte tiene mucho de catarsis para Azcona? «Mucho no, todo. Es mi forma de construir mi relato. Me adoptó una familia católica a los 7 años y me negaron mi relato. Ahora lo puedo construir y narrar a través del arte. Además, he dado voz a los familiares».

VUELTA A CASA

Azcona es referente en el arte contemporáneo internacional y la muestra abierta hasta el 28 de septiembre es su vuelta a Euskal Herria. «Llevo más 22 años dedicado a la performance con viajes y proyectos de calado y han considerado que debía volver a casa y exponer toda mi obra de forma conjunta».

Está más que satisfecho con la ubicación. «El Depósito de Agua de Montehermoso es la sala más espectacular que yo he visto en el mundo del arte contemporáneo, desde luego. Es gigantesca y merece la pena visitarla solo por su monumentalidad. Parece una catedral. Es muy potente poder volver a casa de esta manera».

La sala se convierte en un gran útero que acoge la creación del artista iruindarra. Ya realizó otra exposición antológica en Iruñea. Fue en 2015, cuando Azcona protagonizó una polémica que generó infinidad de titulares en medios de comunicación al crear la palabra pederastia por medio de 242 hostias de eucaristía, en denuncia por el número de casos denunciados hasta entonces de abusos sexuales a niños por parte de miembros de la Iglesia católica en Hego Euskal Herria. Esto originó la reacción de los sectores más reaccionarios de Nafarroa y después vinieron largos años de persecución.

Fue una experiencia que califica de «complicada». Ahora mira adelante. «Aquello pasó, y ahora comparte sala en la colección permanente del Museo de Arte Prohibido de Barcelona, creada de la mano de Tatxo Benet, junto a piezas de Goya, Warhol... La pieza está legitimada y yo sigo adelante», afirma. Entre las obras hay creaciones realizadas en colaboración con figuras como Marina Abramovich y Yoko Ono. «Poder traer este legado artístico es satisfactorio. De Iruñea me tuve que ir en aquella situación, con mucha gente en contra mía, y ahora he vuelto con esta mega-antológica. En la exposición muestro toda mi vida y la gente puede entender por qué denuncio lo que denuncio», sentencia.

Azcona también rinde homenaje a dos figuras vascas de renombre, importantes en su trayectoria creativa: Esther ferrer e Itziar Okariz, su «familia elegida».

La exposición no deja indiferente a nadie. Una sensación de paz invade al artista tras décadas de lucha y denuncia. Dolor. «Hoy mismo los periodistas han estado llorando en la sala. Son performances muy crudas, sin filtro. Es una exposicion que requiere que la digieras poco a poco, ya que te remueve mucho. Por fin puedo curar esa parte y lo puedo hacer de manera colectiva; se cierra un ciclo, siento paz».