KEPA ARBIZU
BILBO

Chuck D, sintonías subversivas

Maestro de ceremonias e ideólogo principal de la mítica banda de hip-hop Public Enemy, Chuck D da continuidad a su carrera en solitario con un trabajo, «Chuck D Presents Enemy Radio: Radio Armageddon» (Def Jam / Universal Music), que realza su rabioso verbo entre vibrantes ritmos dispuestos a combatir el pensamiento hegemónico.

Chuck D, en una imagen promocional de su nuevo trabajo.
Chuck D, en una imagen promocional de su nuevo trabajo. (Eitan MISKEVICH)

Las ondas hertzianas, a lo largo de la historia, han asumido en no pocas ocasiones el papel de propagadoras de la palabra insurgente, convirtiéndose en una herramienta capaz de esquivar los controles del poder con el fin de trasladar mensajes bajo una naturaleza de inmediatez. Una condición rescatada y empleada en el nuevo disco de Chuck D, que hace de cada una de sus piezas musicales urgentes llamamientos emitidos desde un ficticio programa de radio que arenga al pensamiento rebelde.

Siempre activo en su militancia política y artística, el compositor neoyorquino escoge ahora su firma en solitario, mientras mantiene activa a su mítica banda, Public Enemy, recorriendo el presente bajo su clásica formación, para ofrecer un álbum de carácter aglutinador en cuanto a su presentación estilística. Un híbrido de pulsaciones, visible incluso en el camaleónico desarrollo afrontado por cada canción, que no renuncia a significarse como representante de la vieja escuela, no en calidad de ensoñación nostálgica de juventud, sino reflejo de una actitud ajena a cualquier apaciguamiento instigado por el paso del tiempo. Porque aunque su registro ya no contenga esa aguda lozanía, sus palabras nacen propulsadas por el todavía fornido eco de quien encuentra en su madurez un signo de rotunda intensidad.

La feroz oratoria contenida en estas canciones, más allá de su destino prioritario en busca de la agitación intelectual colectiva, no son en exclusividad el resultado de una única voz, su compromiso comunitario también atañe a un concepto colaborativo donde el número de invitados representa un versátil mapa desplegado a través de la historia del género. Bajo esa condición de collage, por otro lado consustancial al mismo ideario del hip-hop, cualquier sonido, sea fabricado expresamente para la causa, extraído de canciones ajenas o directamente adaptado del escenario cotidiano, es convocado para una conjugación con rumbo a delinear el carácter concreto de cada pieza.

UNA LEYENDA PROTAGONIZANDO EL PRESENTE

Si bien es cierto que, dado el carácter distintivo que Chuck D lleva imprimiendo a su obra desde hace décadas, sus creaciones difícilmente puedan llegar a albergar ninguna revelación formal sustancial que se aleje de su rúbrica, es indudable que este disco asume con determinación un fluir libre y heterodoxo, un tránsito trazado a lomos del clasicismo precisamente para señalar la labor de pioneros que, como él, no han cejado en reescribir su historia. A sus más de sesenta años, el procaz músico se presenta dispuesto, si es que todavía hiciera falta, a reivindicar la vigencia de su figura y la de todos aquellos que, ya lejos de la impetuosa juventud, siguen sintiendo la sangre hervir cada vez que se enfrentan al micrófono. Una disputa intergeneracional que deja patente en la reflexiva pero rítmicamente febril “New Gens”, donde acompañado de otro veterano como Daddy-O, conversan -también en un plano musical que alterna la exposición funky con una más altiva- sobre la tradición y el presente, reclamando un entendimiento y aprendizaje mutuo como manera, previa a la irreverente alteración del himno nacional, de impedir ser devorados por las fauces del enemigo común. Una sublevada resiliencia donde la música, como anuncia una envalentonada “What Rock Is”, debe ejercer como emisaria de una incómoda verdad.

Habilidades líricas ampliamente esparcidas en múltiples ejemplos que constatan el mayor perfeccionismo y multiplicidad de matices asumido por Chuck D. Tal es el caso de “Is God She?”, que valiéndose de todo un idioma bíblico, y en compañía de Miranda Writes, que aporta sus fraseos melódicos a un contexto de cruda narrativa, reinterpreta la historia de la religión concediendo el sexo femenino a la divinidad. Pero que nadie piense que aquel airado rapero que se declaraba a finales del pasado siglo más fuerte que una bomba se ha vuelto un mero esteta, ya que en su garganta sigue anidando el desgarro surgido entre callejones inundados de sirenas de policía que continúan señalando a los afroamericanos como enemigos públicos. Es a ellos, a su memoria, y a la inmortalidad de su lamento a quien dedica una trepidante “Here We Are Heard”, pieza que nada tiene de loa funeraria sino mucho de artefacto de detonación, como atestiguan los categóricos versos «No importa qué presidente, mi capucha nunca cambia», contra el racismo estructural.

Alegatos múltiples que describen un diagnóstico, por desgracia, atemporal donde esos suburbios condenados sin destino siguen siendo el germen de la desigualdad y la violencia, paisaje exhibido con una fantasmagórica voz en “Rogue Runnin”, o esa estatua de la libertad “escupiendo mierda”, revestida de bases enraizadas al rock, que pasea por “What Are We To You?” podría ser protagonista de cualquier fecha del calendario. Pese a esa vocación universal, el álbum no rehuye tampoco la posibilidad de convertirse en fotografía de algunos de los males identificativos de este tiempo presente, sirviéndose de la minimalista pero perturbadora “Signing Off” como marco para escenificar la pandemia del COVID como otro vehículo de control social. Inéditas encarnaciones del poder para viejos objetivos restrictivos.

Con este robusto y rabioso disco, firmado en solitario pero flanqueado por una muy buena compañía, Chuck D parece querer ejercer en primera persona la feroz portavocía de quienes ya no les queda ni palabra que ser escuchada.

Entre frecuencias que solo aspiran a programar desfiles militares, celebraciones bajo palio o promover el regreso al más estremecedor blanco y negro, el veterano músico cava su propia trinchera en este simbólico dial para hacer retumbar con fuerza unos versos que se yerguen poderosos contra esa esclavizadora melodía cotidiana que pretenden imponernos.