Raimundo FITERO
DE REOJO

Atención al cliente

Trescientas dieciséis personas atrapadas en un tren AVE toda una noche parece el inicio de un cuento de terror. Pero si se va la luz, se acaba el agua, no hay comida, la cosa se convierte en un cuento cercano al gore. Pues ha vuelto a suceder. Y si vuelve a suceder, quiere decir que ya había sucedido antes y que podrá suceder de nuevo. Una catenaria es por donde se trasmite la energía a los trenes, que se estropee es algo de difícil entendimiento sin accidente o intervención previa. Por lo tanto, que no se pueda reparar en un tiempo prudencial abunda en la sensación de extrañeza y sospecha.

Nadie atiende en estos casos al consumidor, cliente, viajero, ciudadana o cómo se deba llamar a los vientos de afectados, porque por esas vías transitan muchos más trenes que hace unos pocos años, ya que se liberalizó el uso de esas estructuras. Para entendernos, las vías, las catenarias y todo su entorno es un asunto de ADIF, una empresa estatal. Por las vías circulan trenes de tres compañías o cuatro, según se mire. Y esas son privadas o mixtas. Estas decisiones liberales de privatización fragmentaria, tan queridas por el capitalismo depredador llevan, si no se actúa con diligencia e inversiones suficientes, a propiciar estos caos tan frecuentes.

Un tren parado en una vía cualquiera, en medio de la nada, sin información fehaciente, crea situaciones de miedo, de incapacidad, imposibles de relatar. Algunos hemos tenido experiencias de este tipo. Te devuelven el dinero, pero se te olvida hacer el trámite. O, al menos, a mí. Por cierto, Miguel Tellado sube en el escalafón pepero. ¿Habrá fusión con Vox?