La vida pirata, la vida mejor
Escribo escuchando el alboroto de un grupo de niños y niñas mientras juegan. Lo que para algunas es una alegría, se convierte para otros en un ruido molesto: «Dónde estará Herodes cuando lo necesitamos», probablemente piensen. La vida del camping es lo que tiene; la vida pirata no siempre es la vida mejor. Sin embargo, tiene un no sé qué desafiante el andar descalza y despeinada, sin atraer miradas escrutadoras, dormirse escuchando el ruido de la lluvia caer como una nana y dedicarse solo a alimentar las necesidades más básicas. Entre ellas está la lectura, cualquier libro que caiga en tus manos se convierte en una víctima aceptable para matar el tiempo de la dolce vita. Se vive bien sin tener que hacer nada, es más, es necesario frenar la lógica diaria y desatada de nuestros días. Es cierto, trabajamos por encima de nuestras posibilidades, como pequeños ratones atrapados en la rueda que nos lleva a un único lugar, ese que tenemos en común con el resto. Vuelvo a pensar en Herodes y solo comparto a ratos su objetivo. El alboroto de la infancia hace que las ideas frescas revoloteen en mi mente y mi imaginación se dispare. Estoy preparada para escribir mientras los niños y niñas saltan al agua, mientras el sol calienta y el atardecer se acerca. Escribir o vivir. Vivir escribiendo.

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