Fiestas: celebración de nuestra identidad
Culminan dos meses veraniegos de intensidad festiva en Euskal Herria que comienzan en Iruñea y Lesaka con San Fermín, luego en Baiona, continúan en Gasteiz en La Blanca y llegan a su cenit en Donostia y Bilbo con las Aste Nagusiak; sin olvidar las numerosas fiestas de pueblos con su gran ambiente participativo. Por supuesto, la fiesta no es celebrada solo en esta época. Todo el año esta jalonado por días festivos: solsticios de verano, de invierno, con fiestas típicas entre las que destacan, entre otras, los carnavales (inauteriak), acontecimientos históricos y religiosos, tradiciones populares, santos y santas patronales...
La fiesta aparece, por tanto, como una dimensión fundamental de la vida popular a lo largo del año. Encierra significados diversos, manifestados y expresados con símbolos plurales vividos con intensidad participativa. Desde una lectura antropológica puede afirmarse que las fiestas vascas expresan nuestra identidad profunda dentro de la pluralidad de nuestra convivencia con sus propias y singulares características, entre las que destaco:
Berdintasuna/igualdad, sería su primer rasgo. En la fiesta nos sentimos iguales, sin discriminaciones ni jerarquías o imposiciones, donde nadie es superior a nadie y mutuamente nos respetamos en una sociedad igualitaria de derechos comunes. Es la base de una auténtica democracia que en las fiestas se vive con especial intensidad.
Jabegoa/propiedad es la segunda característica fundamental de la identidad afirmada en la fiesta por la que afirmamos lo que nos pertenece, expresando festivamente y manifestando lo que somos. No debe confundirse esta propiedad identitaria con la egoísta posesión material consumista, y menos aún con la exclusión del diferente. En la fiesta todo es común. Son fiestas para todas las personas y, por tanto, expresan el arraigado sentido comunal de Euskal Herria y fundamentan su sentido de solidaridad.
Ser burujabe implica el respeto y cuidado de los demás y, al mismo tiempo, aplicada al pueblo, le confiere su burujabetza/soberanía compartida, afirmada en la fiesta. Batasuna/unidad aporta la conciencia de totalidad relacionada en la variedad de los componentes. En la fiesta sentimos que no somos un conglomerado artificial, sino que formamos un todo relacionado. La división, la fragmentación, la ruptura desquician a la persona o disuelven un pueblo y anulan la fiesta. Múltiples expresiones festivas subrayan esa unidad que nos hace ser y sentirnos Euskal Herria desde el Aturri (Adour) hasta el Ebro.
En la fiesta percibimos, por tanto, que ser pueblo no equivale en la conciencia vasca a cerrarse, a aislarse, a ser impenetrable, sino que, por el contrario, la auténtica identidad humana como personas y como pueblo implica y exige relación interpersonal y colectiva y, por tanto, lo que podríamos llamar una espiritualidad comunitaria. Desde esta experiencia ancestral, la fiesta se hace reivindicativa contra todo lo que distorsiona o divide; subraya los símbolos que expresan y fortalecen la unidad. Este sentimiento popular de las fiestas vascas nos une a otros pueblos y este año en especial a Gaza, masacrada por la política sionista genocida y el Ejército israelí, denunciando este holocausto y exigiendo para Palestina sus derechos y soberanía con manifestaciones, concentraciones, ayuno-encierros, marchas hacia Gaza...
Ante las urgencias ecológicas y emergencia de los pueblos, aparece cada día más apremiante y necesario recuperar formas de visión del mundo, de la tierra, establecer nuevas relaciones, reencontrar valores, sentirnos parte de un todo, donde no somos centro, sino relación. Es la esencia de la fiesta. Cuando los avances tecnológicos, sobre todo en el campo de la inteligencia artificial, implican el riesgo de olvidar nuestra identidad o diluirla, las fiestas de cada lugar se celebran cada año con intensidad renovada. Son necesarias para no sucumbir en un mundo sin sentido, en una civilización artificial, en una sociedad deshumanizada, sin conciencia de lo que somos. Las fiestas vascas son imprescindibles para mantener la referencia a nuestra sabiduría como pueblo vasco, a nuestra espiritualidad profunda, a nuestra tradición identitaria.
Nuestra cultura euskaldun festiva aporta sus cosmovisiones y estilos de vida aprendidos en su historia, conservados en sus tradiciones, expresados en el euskara, en sus costumbres. Esta conciencia espiritual de nuestra identidad no genera sentimientos de superioridad ante nadie. En ella sentimos la relación holística con todo lo que existe, nos hace singulares y libres, nos capacita para ser pueblo acogedor de personas migrantes, exiliadas y deportadas, para exigir los derechos de personas presas, para seguir luchando por un trabajo y jubilación dignos.
Descubrir y afirmar nuestra identidad que las fiestas manifiestan no significa, por tanto, separación o aislamiento; menos aún negación del progreso. En un mundo plural y tecnológico necesitamos afirmarnos, establecer relaciones y diálogo auténticos con otros pueblos, culturas y ciencias, identidades y espiritualidades, desde el mutuo respeto, interconocimiento, comprensión y progreso solidario, desde la pluralidad.
Ante un ideología neoliberal globalizadora capitalista, impuesta por una amenazadora tecnología poderosa y envolvente a su servicio, que reduce la tierra a un gran mercado sin conciencia ética, donde todo se compra y se vende para beneficio de unos pocos y empobrecimiento de la mayoría, anulando sus riquezas espirituales, la conciencia identitaria y su pensamiento creativo, en la fiesta vasca afirma su amor a Ama Lur, a cuidarla y defenderla.
En consecuencia, para valorar la calidad de nuestras fiestas vividas la pregunta es evidente: ¿han contribuido a afirmar y celebrar lo que somos? ¿Han expresado el espíritu que mantiene vivo a nuestro pueblo desde sus originales intuiciones, su cosmovisión, el euskara, su sentido de la vida y relación con otros pueblos y culturas para ir construyendo un mundo libre y solidario? Las fiestas, si han sido auténticas, deben, por tanto, continuar en la reivindicación de los derechos de los pueblos, de su libertad, de su identidad.

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