Testimonio emblemático de las fosas comunes
Estos días se ha puesto de actualidad el tema de las fosas comunes por una alusión críptica realizada a las mismas en el impresentable y nauseabundo debate político al que estamos asistiendo. Se trata una alusión impresentable efectuada por el señor Tellado, del PP. Sin embargo, el hecho de que dicho tema sea crípticamente aludido no puede hacer olvidar la resistencia y obstrucción despiadada ejercida por los franquistas de antes, de ahora y de siempre, con la prueba indiscutible que constituyen las fosas con respecto a la naturaleza de crimen contra la humanidad que tuvo la rebelión y el sistema franquista.
El hecho de que los fusilamientos extrajudiciales, es decir, sin sentencia, sin defensa y con la extrema crueldad con que se hicieron, se realizasen sobre todo en los seis primeros meses de la rebelión, pone en evidencia uno de sus elementos constituyentes y es el de la planificación, cobertura y utilización siniestra de los mismos desde el bando de la sublevación de Mola. Fue publicado en “Diario de Navarra” al inicio de la guerra falsamente llamada «civil». Cuando al cabo de ese plazo les interesó que cesasen tales ejecuciones, las hicieron cesar.
Pero el hecho de haberse utilizado el sistema de fosas comunes situadas en las cunetas, los terrenos externos de los cementerios o incluso los terrenos desocupados de los propios cementerios, pone en evidencia que los asesinos, tanto materiales como intelectuales, conocían perfectamente la naturaleza criminal execrable y vergonzosa de su actuación. Ninguna de las otras partes, ni de aquella contienda ni de otras confrontaciones armadas, ha sido tan desalmada como para utilizar la ocultación siniestra y el desprecio humano propios de crímenes contra la humanidad que tuvieron aquellas ejecuciones. La derecha civilizada y todas las sensibilidades cristianas, religiosas, democráticas o simplemente cultas, deberían colaborar y contribuir al esclarecimiento completo de esa seña de identidad tan terrible de nuestro pasado.
Ciertamente, los fusilados no fueron las únicas víctimas de la rebelión militar y del sistema franquista. También el 99%, por decirlo de alguna manera, de los caídos y de los muertos en la guerra en ambos bandos y de los fusilados, encarcelados, torturados y expoliados, fueron también víctimas utilizadas por el franquismo para consolidar su propia subsistencia. Aunque había voluntarios de la primera hora que fueron a la guerra por su propia iniciativa e incluso con la convicción de que iban a defender la religión y el orden, la inmensa mayoría de los componentes de uno y otro ejército fueron también víctimas. El millón de muertos del que habló Gironella en su famosa obra contiene el mensaje profundo de que toda memoria debe ser inclusiva y no olvidar a ninguno de los sectores del conjunto de personas que sufrieron durante la guerra y en los decenios posteriores la opresión y la privación de la libertad y de muchos otros bienes.
Recientemente se ha publicado en “Diario de Noticias” un reportaje ciertamente interesante sobre el segundo del coronel Rodríguez Medel, jefe de la Guardia Civil asesinado el 18 de julio del 36. Dicho corresponsable del referido cuerpo fue hecho desaparecer y esa situación se ha mantenido con la cobertura de la ignominiosa Ley de Secretos Oficiales del Franquismo que aún perdura. Pero no fue la única víctima de los cuarteles, conventos y comunidades en las que la eliminación revistió formas si cabe más crueles que ninguna otra de fratricidio extremo.
Como humilde aportación a la investigación de la que el reportaje aludido constituye un eslabón muy cualificado, podría aducir que en la fosa abierta allá en los años 70 a la vera de lo que era el viejo camino Tudela-Ejea se buscaron y encontraron hebillas, botones y otros pertrechos de uniformes militares. En aquella primera época de finalización del franquismo y posfranquismo no existía ni cabía imaginar la investigación actual con base en las pruebas de ADN y, además de las dimensiones de los huesos y las identidades deducibles de los restos de las dentaduras, se buscaban otras evidencias que solían ser botones, hebillas y, en ocasiones, algunos componentes de los zapatos y otras partes de las vestimentas.
La actuación en los años 70 se llevaba a cabo en situaciones de «alegalidad» y sin cobertura de ninguna autoridad por encima de algunos ayuntamientos y miembros de corporaciones locales que echaron una mano.
La aportación emblemática de las víctimas de toda contienda es básica e imprescindible como cimiento de la paz. Los criterios de reconocimiento tienen un componente fundamental de respeto mucho antes y mucho más profundamente que el de la reparación, la cual en la mayoría de los casos resulta imposible por extemporánea.
Sin embargo, es imprescindible completar no solo el mapa de las fosas comunes, sino también aunar los esfuerzos de todos los demócratas, sea cual sea su ideología y su postura política, para dar a esta cuestión la terrible importancia que tiene, así como la ejemplaridad que supone su investigación.

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