Joseba Leizeaga
Dibujante
KOLABORAZIOAK

La música ya paró

Su planteamiento, el de mantenernos sometidos, no tiene futuro; el nuestro, sin embargo, el de recuperar nuestra soberanía, es una realidad con gran futuro

Lo que les pasa es que han perdido y lo saben, por eso intentan crear una situación que les haga parecer vencedores. Lo saben. Por eso atacan con tanta saña, y espera en Catalunya. Es como si estuviéramos en el juego de las sillas, todos los que han querido se han movido, ellos no han querido moverse, por lo menos no en la dirección correcta, para solucionar el conflicto, sino en la contraria, para perpetuarlo. Por eso, como en el juego, ellos, se han quedado de pie, ETA está sentada en la última silla, y la música hace tiempo que ha parado. Y ellos ahí siguen, sin moverse del sitio, como el perro que espera al amo que jamás volverá, de pie, fuera de juego, porque el juego terminó, la música paró.

El que no se mueve no puede impedir que quien se mueve avance. El cese de la lucha armada y el reciclaje del enfrentamiento armado en enfrentamiento político, democrático y pacífico, cambio estratégico que el oxidado Estado es incapaz de asimilar, ha sido lo que, descolocando al Estado en la parálisis, ha precipitado su derrota. Y ellos lo saben, por eso aprietan, por eso se resisten, por eso patalean, y con Catalunya están igual, y también lo saben.

Lo que nos falta, pienso, es que nosotros asumamos que han sido derrotados, derrotados no militarmente, sino estratégicamente. La prueba de ello es la situación actual. Ahora, que ha cambiado el escenario drástica y dinámicamente, el Estado, estático, busca prolongar el escenario del pasado pero, por mucho que se empeñen, ya es pasado, no existe. La música paró. ETA ha abandonado la lucha armada, y ellos se resisten a la confrontación exclusivamente política, pacífica y democrática. Pues carecen de argumentos políticos, pacíficos y democráticos con los que ni siquiera poder afrontar dicha confrontación. Como en Catalunya. Están perdidos, sin margen de movimiento. Por eso, no debemos obcecarnos con la oscuridad que intentan imponer con sus zarpazos represivos, que buscan nuestro retroceso, nuestro condicionamiento, nuestra desaparición, y hemos de centrarnos en la luz que generamos, tras el apagón de las armas. En la búsqueda de la solución, abriendo nuestros propios caminos, por encima de sus amenazas, por encima de todas sus zarzas. Y, sobre todo, asumiendo que la pareja que abandona ha ganado la partida a la pareja abandonada, pues es quien con su iniciativa ha superado a la otra parte.

Quien abandona el juego ha superado a quien no quiere parar de jugar. Quien deja de matar ha superado a quien desea poder seguir haciéndolo, amparándose en el tan cacareado monopolio de la violencia. Por eso, tenemos que asumir que aunque todavía nadie ha vencido materialmente, ellos ya han perdido, han perdido hasta metafísicamente. Lo cual debemos asumir, y empezar a funcionar en consecuencia. Tanto en Euskal Herria como en Catalunya. Su planteamiento, el de mantenernos sometidos, no tiene futuro, es un árbol seco; el nuestro, sin embargo, el de recuperar nuestra soberanía, la independencia, es una realidad con gran futuro, una semilla. Una pequeña semilla ante un árbol grande y seco, pero quién sabe en qué aserradero van a aprovechar ese árbol muerto, y quién sabe qué frutos dará el árbol que crezca de esta semilla. Es ley de vida. Es lo que hay que asumir, que el río jamás fluirá del mar hacia el manantial, hacia su nacedero. Nadie transita desde la muerte hacia la concepción, el camino es en la otra dirección, del manantial al mar, de la vida a la muerte, del presente al futuro, y el futuro termina siendo pasado. Porque, mañana, hoy, será ayer. Tenemos que creérnoslo, están perdidos.

Si no aprovechamos la situación, podría significar que el verdadero problema lo tenemos en casa, con aquellos del lugar que prefieren estar cómodos en España, con derecho a decidir descafeinado, planes comodín y estatus freno de última hora, a «aventuras» independentistas.

Y la música hace dos años que paró.