Julen Lizaso Aldalur
Hernani
GUTUNAK

Otra «doctrina» para el TEDH

«La bondad o maldad de un sistema político no se mide por el método de elección de los gobernantes, sino por las consecuencias que conlleva para la población. La justicia social y el sentido común siempre estarán por encima de cualquier norma. Lo que es justo se puede y debe hacer antes de que la ley llegue o aunque la ley no llegue nunca».

Los días 31 de enero y 1 de febrero de 2014, organizado por la Diputación Foral de Gipuzkoa, se celebrará en Donostia el XIII Simposio de la Renta Básica.

Un instrumento de emancipación social que en lo urgente garantiza el sustento a sectores precarizados y la demanda consecuente, y en lo importante ayuda a conciliar la «actividad» de las dos grandes «familias» de este país: empleados y desempleados, pues favorece el reparto de trabajo como derecho constitucional reconocido.

«De todos los derechos, el primero es el de existir. Por tanto, la primera ley social es aquella que garantiza a todos los miembros de la sociedad los medios para existir», sentenció quien fue su primer precursor, el político francés Maximilien Robespierre en 1792.

El carácter de renta universal incondicional le confiere la triple virtualidad de simplificar al mínimo la función administrativa (se acabó el mendigar en ventanillas y «desnudarnos» para demostrar el derecho a una prestación) y, en consecuencia, terminar con las posibles arbitrariedades y fraudes actuales. Por último, evita la afectación negativa en la estima personal y ánimo vital en quienes ante un escenario comunitario y/o familiar pudieran considerarse fracasados sociales, cuando «ayer» disfrutaban de todos los afectos y reconocimientos.

Sin una puesta en valor de la empatía y solidaridad por parte de instituciones políticas, académicas, eclesiásticas... pero en principio de los medios de comunicación, se hace difícil crear conciencia ciudadana para exigir legislar a favor de combinar con mayor ambición social: justicia cooperativa y justicia distributiva.

Dos bases sostenibles para un tiempo en que crecen y crecen la pobreza y el paro irremisiblemente. Crece el número de familias declaradas en pobreza energética que apagan radiadores y piden mantas; que «rechazan» legumbres crudas del Banco de Alimentos porque no pueden pagar la energía para cocinarlas, que... es su tiempo.